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12 de junio de 2011

EL TRAIDOR

Uno pensaba que solamente en Castilla florecían los topillos al socaire de las cosechas. Sin embargo, han detenido uno en las Canarias, con su frac alcanforado de agente doble, el espía Florez, que saboreaba los primores de la dolce vita a costa de vender secretos a los rusos. Yo sabía del paradero de algunos espías gracias a la literatura de género, sobre todo por las novelas de Graham Greene, que fue el primero, junto al alemán Johannes M. Simmel y Ian Fleming, en escribir acerca de asuntos de espionaje. No obstante, además de lucir en la Literatura, ahora los espías, maquillados y acicalados, también se exhiben como estrellas mediáticas en los platós de los telediarios, en un afán de convertir los servicios secretos de un país en otro espectáculo de luz y sonido al uso. No sería de extrañar, por tanto, que dentro de nada veamos al jefe de los espías españoles informando a los televidentes, en cualquiera de los infinitos programas rosas, acerca de quién se acuesta con quién en España.
Claro que después de lo ocurrido, uno se pregunta qué información puede vender un español que le interese a un ruso, porque si nuestras fuerzas de defensa incluyeran un arsenal atómico de primer orden: unos misiles nucleares apuntando a la cuenta corriente de Mohamed VI, pongo por caso, se comprendería la curiosidad, pero con cuatro petardos oxidados, cien máuseres sin retroceso y un par de cañones de los tiempos de Floridablanca, ustedes me dirán dónde radica el busilis de este caso.
¿Qué habrá podido vender el agente Florez?
La verdad es que he tardado en caer, y después de mucho cavilar llego a la conclusión que, teniendo en cuenta dónde vivía el traidor, lo único que de allí podría interesar a un ruso es la fórmula secreta del “gofio canario”, uno de los tesoros mejor guardados de la gastronomía mundial. Me refiero, claro está, a la receta del ingeniero don Juan García del Castillo, aunque la fórmula venga en realidad de los guanches, raza primitiva de aquel archipiélago. Curiosamente, el quid de este delicioso plato es el tiempo de torrefacción del garbanzo, que será con suma probabilidad lo que el agente doble haya vendido al enemigo. No quisiera parecer agorero, pero si esta conjetura se demostrase España estaría perdida, hundida en la miseria para siempre. ¡Que fusilen al traidor!

Antonio Civantos

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