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9 de junio de 2011

EL GRAN TIMONEL

España oye cantar al cisne negro de Baudelaire. Quiere decirse que estamos a las puertas de algún huracán encharcado de miseria. De momento, hemos empezado a notar en la piel el saludo nervioso de ligeros sarpullidos, como mensajes adelantados de la ópera trágica que se avecina. Lo de ahora tan sólo es la visita de los primeros heraldos, en un perezoso remolino de malos augurios, pero a la vuelta nos esperan, conjurados, los ejércitos de la noche.
En verdad, la arrogancia del mal, con su barbilla enérgica, se relame en lontananza, esperando a que nuestros cuerpos esponjen y, sobre todo, a que pierdan su cualidad felina de viejos luchadores. Y, para colmo, hemos elegido al timonel equivocado. Ni Apolonio de Rodas lo hubiera escogido como grumete en su incansable búsqueda del Vellocino de Oro. Por no tener, no tiene manos ni para sostener el vuelo de una copa de champán. Mucho menos, las riendas de una carreta cimarrona y desbocada de tiro como es la España de hoy.
Seguramente, cuando un enjambre de parados y una legión de empresarios en quiebra crucen la línea de sombra, transidos de miseria, y el déficit público sea un pozo de placeres imposibles, el Gran Timonel nos arengará acerca de las incomodidades del liberalismo salvaje y nos propondrá una vuelta a los gozos paradisíacos del intervencionismo totalitario.
Decía Miguel Sebastián aquello de la paciencia agotada, como si la nuestra fuera infinita, igual que la de Pepiño, que es un gallego como en perpetuo amago de estornudo. Pepiño alimenta el optimismo de sus incondicionales desde un ático celeste, a no sé cuanto el metro de geranio y Porcelanosa, muy parecido al de la primavera romana de la señora Stone.
Para los socialistas, según la experiencia de Churchill, la patria es el partido, por eso repiten a todas horas, como loritos de vieja, la consigna mañanera del jefe de propaganda. No les pidan, por tanto, un pensamiento más o menos original y equilibrado. El discurso de la Pajín, por ejemplo, es pura bazofia masturbatoria, valga la redundancia. A decir verdad, los socialistas nunca crearon riqueza, ni creyeron en ella, a no ser convertida en comisiones o fondos reservados.
De manera, amigos míos, que no esperen salir de la crisis tan fácil y tan pronto como predica, con su elocuencia soñadora, el Gran Timonel, quien carece de cualquier clariver y otras inteligencias más comunes. Los españoles, de nuevos ricos hemos pasado, otra vez, a viejos pobres. Y es que España siempre será como una larga posguerra de luces y sombras. O algo parecido.

Antonio Civantos

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