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6 de junio de 2011

DRY MARTINI

Se hace difícil trasegar la podredumbre generada por el Gobierno. Sin embargo, no hay más remedio que digerirla como buenamente se pueda. Naturalmente, recomendaría la solución de un dry martini a la caída de la tarde, justo cuando los pájaros dejan de gorjear y los pensamientos se amansan como las aguas de un lago después de la tormenta. Pero es posible que no sea suficiente, aunque sería recomendable paliar el hedor que nos llega desde los suburbios institucionales del poder socialista. Claro que por otro lado, se me antoja una total ingenuidad esperar un rayo de honradez en estos pobres ineptos que ahora nos desgobiernan. Al fin y al cabo, no son otra cosa que miembros activos de esa masa rebelde que ha usurpado el poder a una minoría cualificada para ejercerlo. Las masas ocupan hoy todo el orbe social que conocemos, desde el Gobierno de la nación, la justicia, las comunicaciones y el arte hasta cualquier otro movimiento cultural que pueda surgir en el horizonte. Es el motivo, claro, de la mediocridad reinante en la ola de modernidad que nos invade. Como escribió Ortega, las masas se han hecho indóciles frente a las minorías: no las obedecen, no las siguen, no las respetan, sino que, por el contrario, las dan de lado y las suplantan. Sí, amigos míos, resultaría una verdadera ingenuidad desgarrarse las vestiduras por culpa de estos mastines pueblerinos que ahora disfrutan de las glorias del poder. Contra ellos sólo nos queda, como digo, la levedad inocente de un dry martini al anochecer: cinco partes de ginebra inglesa, el espíritu de una sombra de vermut blanco y el brillo verde de una aceituna cordobesa. Todo menos llorar para su contento.

Antonio Civantos

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