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30 de mayo de 2011

Ha muerto Jean Baudrillard. Es decir, ha muerto el padre de la realidad asesinada. Un asesinato perpetrado mediante el único crimen perfecto de la historia. Todo es maya, todo es ilusión, nos dice Hermes Trimegisto en el Kybalión, todo es un simulacro afirma Baudrillard. Y si la realidad real, por así decirlo, es una ficción, ¿qué será entonces esta realidad virtual que el hombre moderno ha forjado con su tecnología? Hoy se ha convocado una manifestación por la Libertad, con mayúsculas, pero yo me pregunto si al manifestarme ejerzo mi derecho como ciudadano o como actor televisivo, ya que mi presencia contribuiría a construir esa otra realidad virtual que ahora vivimos. Y no sé si hago bien o mal. En el fondo pienso que nos manifestamos para que la televisión alimente su propia historia, la historia virtual que vive el hombre moderno. Y es que, tal vez, solamente como histriones de televisión podamos reclamar otra ración de libertad. Tal como dice Baudrillard, esta mina, la de la libertad, de tanto trabajarla se ha agotado en Occidente. Ahora sólo nos queda consumar el no tiempo en un ámbito distinto: sentados cómodamente en nuestro propio cuarto de estar, mirando las imágenes del Sony, con pantalla de plasma y cinemascope, para vivir y ver transcurrir apasionadamente la Historia, como si fuera una interesante película de terror.
Ocurre, simplemente, siguiendo los razonamientos de Baudrillard, que vivimos un salto cualitativo desde el estadio histórico a un estadio primitivamente mítico. Los acontecimientos, por su velocidad surpesónica, van excavando el vacío en el que ellos mismos se precipitan, por eso no es posible una mirada al pasado; se suceden tan deprisa que, si volviéramos la cabeza para un análisis sosegado, nos convertiríamos, como la mujer de Lot, en estatuas exquisitas de sal. Sólo como ciudadanos de un mundo virtual podemos ejercer nuestros derechos virtuales. Aquellos derechos reales por los que luchamos durante la historia real han caducado, no por culpa de su propia muerte, sino por su excesiva proliferación. Como dice el profesor Molinuevo, la realidad es lo que se decide que sea realidad. Y nosotros, por lo que se ve, ya hemos elegido.

Antonio Civantos

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