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1 de junio de 2012

ULTIMOS DIAS EN MADRID

CARTAS A DORA MALENGO 29 DE MAYO DEL 2012 Querida Dora: ayer lunes fui a los toros con mi nieto. Toreaba un novillero de Zamora, Alberto Durán, y con él iba de banderillero mi yerno, Javier Gómez Pascual. No se si verías la corrida por televisión, aunque me parece, por lo que recuerdo, que tú no eres muy taurina ni cosa parecida. Claro que podías descolgarte desde tu atalaya y aparecer en una barrera, ligera y estilizada, con esa luz morena y cegadora con que has mirado siempre. Yo, al menos, toda la vida te recordaré deslumbrándome. Después te brindaría no la muerte de un toro sino la de cualquiera que no te mirara. Tarde calurosa. Y cuando hace calor parece que las cosas pesan en exceso, incluso el pañuelo de pedir la oreja. Tal vez por eso no se la concedieran. Pero, como te digo, fui acompañado de Mario, mi nieto, y me sentí como si la vida me regalase un remanso de algo que me debía desde hacía tiempo. Empiezo a pensar que los nietos son la última pasión de los hombres. Después cenamos en una de las terrazas de seto verde y sombrilla de lona que hay en la calle Jorge Juan. Mario estuvo especialmente cariñoso conmigo. Sentí esa misma emoción, idéntico arrobo, de la que habla Pater en su libro sobre la belleza y el Renacimiento. Por eso sentí mucha pena cuando mi nieto tuvo que marcharse para Zamora. Hoy tiene, según cuenta, un examen de Tecnología. Digo yo que será en esa clase donde lo enseñen a manejar el teléfono móvil y los ordenadores y todo esos videojuegos adictivos y un tanto tenebrosos. Cualquiera sabe. En realidad, como Mario va a cumplir muy pronto los quince años, lo veo cada vez más como un ser puramente de lejanías. Quiero decir que para pasar un rato con él y él quiera estar conmigo tiene que suceder una de esas conjunciones planetarias misteriosas que sólo suceden un par de veces cada siglo. Ayer fue una de esas veces. O sea, que ya estoy hecho un abuelón insoportable y babeante y, como dice mi amigo Fernando Estévez, lo que en el fondo demando son mimos y más mimos, es decir, que si me dejara crecer la barba me parecería al abuelo literario de Galdós, incluida su ternura y su mala leche y en ese plan. Pues sí, mañana, mi querida Dora, nos vamos de nuevo para San Marcial. Las cosas no se han puesto muy bien que digamos para mis intereses literarios. Por motivos familiares graves del distribuidor y librero, Santiago Palacios, tenemos que aplazar tanto la presentación de mi nueva novela, que iba a ser el jueves, como la firma en la Feria del Libro. Nos debemos a los acontecimientos que la vida nos vaya orquestando y, si son serios, como es el caso del pobre Santiago, no hay más remedio que conformarse y decir amén y para eso estamos. Lo que en realidad quiero decir es que no soporto ni un día más los calores de Madrid. Me voy al pueblo, a vivir entre muros anchos y conventuales, en plan padre abacial y putativo, a ver si la cosa funciona y me envalentono y termino por fin la novela que llevo entre manos. Así que hoy es mi último día de estancia en Madrid y, como despedida oficial, esta tarde me acerco a la exposición de Kirchner, aquí muy cerca, en el Paseo de Recoletos. Ya te contaré más adelante, cuando vuelva a tener unos minutos libres para acordarme de ti.

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