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30 de junio de 2012

LA VIAGRA POR FAVOR GRATIS TOTAL

Aquí en Messolonghi, como todos estamos muertos, no nos importa que la señora ministra quiera el cobro total para ciertas pastillas. Sin embargo, a más de uno nos arruinaría la trascendencia si retirara la fabulosa Viagra de nuestras inmanencias. Y es que los muertos aún piruleamos tanto o más que si participásemos en una película española. La señora ministra de Sanidad tendría que tener en cuenta que el único medicamento eficaz que se ha inventado es, precisamente, la milagrosa Viagra, un hallazgo que eleva a la humanidad casi a niveles de melodía inacabada. Todos los demás medicamentos son imposturas y pócimas que hacen crujir la salud como la grava de los cementerios. De modo que el nuevo recorte presupuestario en la factura farmacéutica es absolutamente necesario, no solamente desde un punto de vista económico, sino de la propia salud del viandante consumidor. Porque si seguimos ingiriendo medicinas sin medida, el cielo se va a convertir en algo más que una promesa inmediata. Recuerdo que una señora de ochenta y cinco años, enferma de corazón, muy conocida de mi familia, fue hospitalizada en un estado de extrema gravedad. El médico que la atendió, con mucha sensatez, ordenó que le retiraran la medicación que hasta la fecha le habían recetado, ya que todo indicaba que moriría a las pocas horas. La familia decidió entonces llevársela para que la pobre muriera en su cama. Sin embargo, milagrosamente, la moribunda se despertó al día siguiente como si tal cosa. Vivita y coleando. Al parecer, su organismo, al verse libre de la droga farmacéutica, reaccionó maravillosamente a la purificación; y la señora, echándole casta a la vida, se vino arriba, pidió el desayuno, comió a mediodía y, por la tarde, se puso a ver el culebrón mejicano de la tele ante la estupefacción de sus hijos. Lo mejor de todo fue que la estupefacción les duró nada menos que tres años. ¡Tres años de prórroga por no tomar ni una sola de esas pastillas que te laberintan los cables por dentro como si fueras de la Telefónica! Hace muy bien, por lo tanto, la ministra de Sanidad, en no financiar ese exceso del pastillamen que nos envenena la sangre y convierte nuestro cuerpo en una Babel de ruidos, caras hepáticas y corazones de luna fría. Los medicamentos, amigos míos, nos hacen algo así como fantasmas vagabundos de hígados espectrales con suspiros de juerguistas cirróticos. Quiero decir que una dieta prolongada sin pastillas es la mejor terapia para vivir muchos años, en el caso, claro está, de que uno quiera vivir muchos años, que esa es otra historia. No en vano, el método más utilizado por los suicidas profesionales es un cóctel de pastillas con unas gotas de granadina, por la cosa del diseño. Un tubo de barbitúricos y, al instante, ¡zas!, se pone uno del mismo color que la panza de los lenguados. Pero, como he dicho al principio, existe una excepción inaplazable y la señora ministra, velis nolis, tiene que respetarla. Me refiero, claro está, a ese prodigioso invento llamado Viagra, un medicamento trascendental que afecta principalmente al mismo centro neurálgico de la vanidad masculina. Así que la señora Mato, en mi opinión, no debería jugar con las cosas del comer, debiendo desviar el ahorro fiscal hacia otras constelaciones psicológicamente mucho menos sensibles. La Viagra es el sueño sagrado de los inviernos fríos, y el déficit público no es excusa para retirarla de la caridad presupuestaria del Gobierno. Que se lo digan, si no, a la señora del teniente francés, pues dicen que la jai no sale del gimnasio y debe de necesitar cada noche la inspiración y el galope de un juglar en estado de gracia. Y es que la Viagra incluso te concede el beneficio de la duda. Insisto.

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