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16 de junio de 2012

CABALLERIA RUSTICANA

Me habría gustado que este artículo versara sobre la ópera de Pietro Mascagni, “Cavalleria Rusticana”, pues la otra noche la representaron, aquí al lado, muy cerca de Messolonghi, en el teatro de Epidauro, un milagro acústico del arquitecto Polícleto el Joven. Una delicia oír de nuevo a la Callas cantando aquello de “Voi lo sapete, o mamma”. Sin mencionar, claro, ese maravilloso “duetto” interpretado entre la Meier, sublime criatura, y José Cura. No saben cómo disfrutaría contagiándoles el entusiasmo, la emoción que me embargó al oír estas maravillosas voces y esta música sublime, además de vivir el drama que allí se representaba. Sin embargo, no es posible. Se lo comenté a D´Anunccio al salir del teatro y me dijo que lo más chic que se podía hacer era invadir Etiopía. La política nacional, tal como ahora la vivimos, me impide, por obligación ciudadana, asumir el silencio de los corderos. Sin embargo, existe cierta similitud entre el nombre de esta ópera maravillosa y lo que ahora ocurre en el Congreso de los Diputados. Me refiero, como ya habrán adivinado, a que la bancada socialista se ha convertido, como por arte de Belcebú, en una pura e intolerable “caballería rusticana”. Ustedes dirán que, en italiano, “cavalleria” significa nobleza, pero les aseguro que mi intención no es italianizante sino puramente quevedesca, o sea que el término hay que traducirlo en su sentido más zoológico, tal como suena. Pues bien, la caballería socialista ha sido alertada desde la cúpula olímpica de Ferraz para que no galope acomplejada sobre la pista del hipódromo de la Carrera de San Jerónimo. Les han explicado muy clarito que no importa que el partido y el Gobierno del señor Zapatero hayan dejado el país como no digan dueñas, o sea, como el burdel de la Margot después de una fiebre del sábado noche, sino que han de atacar las posiciones y los flancos populares como si la crisis hubiera empezado la última Nochebuena. Pero esta consigna no sólo ha sido difundida en el seno de la caballería parlamentaria, sino también allí donde se pueda producir cualquier debate político y, sobre todo, económico. Quiero decir que a los socialistas les han lavado sus centros neurálgicos, si es que los tenían, para que su discurso acerca del estado de la nación se cubra de una pátina tan inocente y virginal como esas púberes canéforas de las vasijas griegas. ¿A ustedes no les entra por dentro como un arrobo religioso cuando oyen la voz célica de Rubalcaba? Parece como si trascendiera y su agotamiento intelectual necesitara con urgencia un vaso de leche con dos yemas. Incluso se le pone carita de San Juan de la Cruz en plena faena místico/poética. Claro que a los periodistas de la cuadra socialista, esos apesebrados que revoltean de cadena en cadena, defendiendo lo indefendible, también parece que les afecten las consignas del Gran Hermano. Se habrán fijado ustedes que, en cualquier apuro dialéctico, ellos siempre sacan a pasear el nombre de Valencia, como si esta comunidad fuera el gran paradigma de la política del Partido Popular. Valencia se ha convertido en la tabla de salvación del naufragio electoral socialista. Naturalmente, hay dos palabras mágicas que, además de Valencia, les pone más finos que una rayita de Viagra. Me refiero, claro está, a “rescate” y “recorte”, dos voces para enmarcar en el despacho de esa tal Rodríguez, doña Soraya, junto al diploma que le acredita “cum laude” sus conocimientos sobre la praxis del “corte y confección”. Si al menos las dos Sorayas se tiraran de los pelos en uno de sus rifirrafes parlamentarios, la política española adquiriría valor operístico y dejaría de oler a champú de caballo. De momento, creo que voy a invadir Etiopía, junto a mi amigo D´Anunccio. Luego la rescato y la recorto.

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