SI LOS CURAS SUPIERAN
Hay como un desgaste premeditado del alma española. Se presiente como una férrea voluntad en despojarnos de la boina milenaria. Y modernizar a los españoles consiste, al parecer, en apartarles de sus tradiciones más arraigadas por medio del decreto ley. Durante la legislatura que agoniza hemos debatido, sin ir más lejos, acerca de la naturaleza de la fiesta de los toros, recuerden que a la ministra Narbona no le gusta vestirse de grana y oro, lo mismo que al nacionalista Clos, y ante la reacción popular suscitada pospusieron el cierre para más adelante. También la Monarquía ha salido a colación no hace demasiado, un globo sonda antimonárquico ha sobrevolado las conciencias de los españoles, supongo que para pulsar el grado de republicanismo de la ciudadanía, y mucho me temo que, velis nolis, el debate seguirá su curso en los próximos años. Naturalmente, tanto reyes como toreros son considerados figuras anacrónicas, irracionales, sin una razón de ser en un mundo ultramoderno de internautas galácticos, de científicos cegados por el brillo de la materia inverosímil, aduladores de las fibras neuronales y, en general, intrépidos filósofos de la talla de Pepiño Blanco. En la España del siglo XXI no caben, en definitiva, ciertas imágenes del pasado. El moderno racionalismo progresista no desea convivir al lado de símbolos arquetípicos tan ancestrales como los del rey/divino y el de un héroe solar matando al dragón del misterio.
Pues bien, a esta modernización de la vida española hay que añadir una nueva batalla. Al parecer, a la Iglesia católica también le toca batirse en retirada. Los curas no entran en los planes modernizadores de Zapatero. Como es natural, el clero se le rebrinca desde los púlpitos, entonando unos kiries que no gustan al de León, sobre todo los que van destinados a moverle, electoralmente, la silla gestatoria de la Moncloa. Zapatero no quiere a la Iglesia metida en las escuelas, pretende evitar la influencia que pueda ejercer sobre los niños de hoy, que son los futuros electores de mañana. Esta es la causa de que el Gobierno, con suma astucia, haya introducido en los planes de estudio la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que es el caballo de Troya ideológico de los socialistas y, sobre todo, su estrategia electoral para el futuro.
Sin embargo, más vale que este chico tenga cuidado con el terreno que pisa. La Iglesia es mucho más vieja que el PSOE, mucho más sabia, más culta y, por experiencia histórica, encaja a la perfección los reveses del destino. Además, ha vencido y perdido en mil batallas y, para colmo, tiene de su parte a todos los santos del cielo. Blaise Pascal nos recuerda, en uno de sus “Pensamientos”, que entre los planes de Cromwell estaba diezmar inmisericorde a la cristiandad y, sobre todo, pretendía que el Papa temblara ante su voluntad. Sin embargo, un pequeño calculito de nada, colocado casualmente en la luz uretral, lo llevó sin remedio a la tumba. La monarquía y el culto católico fueron inmediatamente reestablecidos, el Papa siguió durmiendo con beatífica placidez y la cristiandad continuó con sus rezos y novenas a San Expedito y a Santa María Egipcíaca.
Al día de hoy, no sabe uno, claro está, cuál es el estado de la uretra presidencial, o si estos socialistas modernos disponen del suficiente chorro miccional como para liquidar una tradición milenaria. Desde luego, Felipe González, cuando le llegó el momento, analizó el problema eclesiástico con más claridad que este joven de ahora y, en consecuencia, algo mejor le fueron las cosas en la feria. De cualquier forma, una España sin reyes, sin toreros, sin toros, sin curas y sin monjas sería una desnaturalización inconcebible del alma española. Sólo nos quedarían los Flores. Algo es algo.
Antonio Civantos
8 de junio de 2011
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