EL COLONIZADOR
Esa cosa tan atildadita que nos mandan los colonizadores catalanes, tan suave, dulce y prometeico, creo que se llama Durán y Lleida. Pues a mí este señor me viene de perlas, sobre todo porque provoca en mi ánimo la nausea sartriana y de tal modo exonero, entre plato y plato, mis excesos de consonantes y subjuntivos. Naturalmente, también el miércoles en el Congreso, su discurso paternalista y como de colonizador me conmovió profundamente hasta en mis últimos tramos, como si cada palabra suya fuera una de esas píldoras carminativas que aligeran el alma.
A decir verdad, este señor tan fino y tan acabadito que de Cataluña llega para servir al rey, ha sido nombrado portavoz en Madrid de la nueva nación catalana. Hasta Rajoy, en sus silencios indecentes y “arriolanos” acerca de los “aspectos inconstitucionales del Estatut”, se muestra proclive a la sumisión y al abandono de los más elementales principios. A Rajoy sólo le interesa, como le dijo un Zapatero ya de cuerpo presente, llegar a la Moncloa aunque sea en patinete y con los colonizadores catalanes cogidos del brazo. Es decir, del brazo incorrupto de Durán y Lleida, que a veces no sé si se trata del representante de Avón o del correveidile plenipotenciario del Estado de Cataluña.
¿Cómo le puede brillar tanto la calva a este señor? Debería aprender Anasagasti y rebanarse la ensaimada pilosa en pos de una brillantez craneana como la de su colega el catalán. Porque ahí tienen ustedes al Lleida, tan colocadito, tan meapilas, tan aseadito, pero es el que ahora manda en todos nosotros, los antiguos españoles. Amigos míos, Cataluña ya ha consumado con creces la separación que pretendía. Lo malo es que, en su alocada huida hacia la nada más absoluta, Cataluña nos ha llevado con ella. Es decir, que España se ha convertido, con las bendiciones pertinentes del Tribunal Constitucional, en una colonia irreversiblemente catalana. Los españoles hemos sido colonizados por las huestes de Pepe Montilla el Botifler, y estamos regidos por la Carta Magna del Estatut. Obviamente, esta fechoría ha sido propiciada y perpetrada por el cateto más laureado que ha parido la historia de la antigua España, José Luis Rodríguez Zapatero, y, por supuesto, con la cobarde pasividad de Mariano Rajoy y una derecha dormida en sus laureles más africanos.
De modo que desde ahora en adelante, mis queridos lectores, yo lo siento mucho, pero me hago catalán, soy catalán, somos catalanes, y voy a celebrarlo con unas “butifarras con mongetes”, joder, que están buenísimas y por dentro le ponen a uno de lo más antitaurino y como de color azulgrana. ¡Ay, si don Juan Carlos levantara la cabeza!
Antonio Civantos
6 de junio de 2011
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