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26 de mayo de 2012

UNA NOVELA INACABADA

CARTAS A DORA MALENGO MADRID, 24 DE MAYO DEL 2012 QUERIDA DORA: No soporto el calor de Madrid. Ahora es cuando verdaderamente echo de menos la casa de San Marcial, no te puedes imaginar lo fresquita que es en verano. Sin embargo, no tengo otro remedio que quedarme aquí por la cantidad de gestiones que aún me quedan por realizar. Aparte de que el próximo jueves, como te dije, es la presentación de mi novela y al siguiente domingo firmo en la Feria del Libro. No obstante, estoy entretenido porque sigo con mis artículos de opinión y además me he puesto con una novela que tenía empezada desde hace tiempo y que la abandoné porque se me cruzó la idea primero de escribir un libro sobre Hemingway, el cual ya está terminado y entregado, y después otra novela acerca del día en que un joven, Waldo Linz, pierde su virginidad; novela que también está terminada, pero no entregada por haberme salido demasiado verde y atrevida y me da así como un poco de vergüenza, aunque, desde un punto de vista literario, es la que más me gusta de todas las que he escrito. Pero te decía que me he puesto manos a la obra para terminar la que ya tenía empezada; en realidad, mucho más que empezada, ya que por lo menos escribí los dos tercios antes de dejarla. Esta novela es policiaca y pertenece a la serie del detective privado Ciro Blume. Creo que, cuando la termine, hará la número seis de las policíacas y, a mi entender, va a ser la mejor de todas. Quiero decir que, a pesar de los pesares, el trabajo no me permite una tregua para quejarme del calor. Claro que lo más liviano y placentero de todo es escribirte a ti, mi querida Dora, después de tantos años de silencio, como si hubieras vuelto de un viaje alrededor del mundo o de una docena de matrimonios. Recuerdo muchas cosas de ti, de cuando éramos jóvenes y nos parecía que la vida, en su generosidad, tendría piedad de nosotros. No fue así y ahora sólo soy un viejo que lee a los más grandes y, para ahuyentar los malos espíritus, escribe noveluchas. Por cierto, he terminado “El tiempo recobrado” de Proust. ¡Qué coincidencia! Pero ahora me voy a pasar a la lectura indiscriminada de Faulkner. Me apetece, después de tantas marquesas y su cosmética empalagosa de perfume francés, un poco de olor a estiércol de caballo, cazadores de osos y tratantes sureños. La vida es equilibrio y creo que me haría bien una bajada a los infiernos, si no del mal gusto, sí al menos de una vida a ras de tierra, embarrada y como a expensa de los caprichos naturales. Ya te contaré cómo me ha ido.

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