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13 de abril de 2013

DON GARCILASO EL ESCRACHEADOR




Me escribe nada menos que don Garcilaso de la Vega, un tanto rebrincado de rimas, para afearme, no sólo mi actitud beligerante contra los escracheadores, sino mi falta de humanidad con los desahuciados, parados, arruinados y demás parias de la tierra. Sin embargo, mi artículo de la semana anterior sólo arremete, insulta y humilla a todos aquellos que arremeten, insultan y humillan a las órdenes de la escracheadora Ada Colau. Tampoco mi artículo menciona a la Eta y a sus víctimas, ni dice sandeces acerca de personas honradas, pacíficas y solidarias. Me extraña mucho que un poeta de la importancia de Garcilaso de la Vega haya leído tan deficientemente mi artículo, a no ser que sea otra víctima más de la LOGSE.
No obstante, por tratarse, como digo, de Garcilaso de la Vega, un poeta al que rindo pleitesía desde mi juventud, me voy a sincerar con él y de paso con todos ustedes. Porque tiene razón, don Garcilaso, ya lo creo, pues yo también pienso que en mi artículo anterior se me ve el plumero. Y no sólo el plumero, sino la cola vanidosa y florida del gran pavo real que pretendo ser. Tenga en cuenta, don Garcilaso, que no todos estamos capacitados para ser tan comprometidos, solidarios, bondadosos y justicieros como usted y sus amigos de izquierdas. ¿O no es usted de izquierdas, don Garcilaso? Porque yo reconozco que soy de derechas. Mi abuelo siempre votó a Gil Robles, mi padre fue falangista y yo no tengo más remedio que, genéticamente, ser de derechas y tirar por los populares. Aunque le aseguro que no volveré a votarles, como ha sido mi costumbre, por la cosa de que me hayan subido los impuestos a traición, después de que prometieran lo contrario.
¡Con el dinero de uno, don Garcilaso, no se juega!
El dinero es muy importante y es la razón de que me chiflen los banqueros. No sólo porque vayan limpios y aseados y se vistan con trajes elegantes, camisas de seda y luzcan unas corbatas que dé gusto verlos, sino también porque tienen dinero y a mí me enamora la gente que tiene dinero, no para robárselo, claro, sino para codearme con ellos en algún club de golf o en la hípica de Bono y luego ir a jugar al tenis con Botín, querido Emilio, y pedirle trescientos mil del ala, como hizo Garzón, para unos cursos de literatura española acerca de la influencia de la poesía de Agustín de Foxá en la izquierda revolucionaria europea.
¿Me comprende usted, don Garcilaso?
Quiero decir que no soy tan buena persona como usted, lo siento, y le juro que me gustaría serlo. No sé qué demonio capitalista me tiene poseído por dentro, pero le aseguro, don Garcilaso, que soy incapaz de compadecerme de los desahuciados, y pienso que los bancos son unas ONG al lado de los sindicatos españoles, y que en tiempos de Franco, qué razón tenía mi padre, no había tanta corrupción ni tanto mangante como hay ahora.
En cambio, usted, don Garcilaso, tan demócrata, tan bondadoso, tan solidario, estoy seguro de que ayuda con su dinero a pagar las hipotecas que los desahuciados deben al banco. Aunque también es verdad, no me lo negará, que los ochenta y ocho mil desahuciados de la época de Zapatero echaron de menos sus visitas escracheadoras a los guripas de entonces, es decir, a los ángeles arcangélicos del PSOE. Yo creo que usted y sus amigos deberían reivindicar que el dinero robado a los parados por socialistas y comunistas de la Junta de Andalucía, más de mil millones de euros, pudiera servir, un suponer, para pagar las hipotecas de esta pobre gente. Perdone mi impertinencia, don Garcilaso, pero es que no puedo evitar ser tan facha. Y bien que lo siento. ¡Es usted tan bueno!


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