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1 de septiembre de 2012

RAJOY, ESE ÁNGEL BLANDILEBLE




No sé para cuándo guardan estos atolondrados el vestigio de gónadas que Dios les ha concedido. Porque no creo que ni siquiera les llegue el nivel para un desahogo de sábado noche, segundo piso ascensor. Me refiero a que nuestros muchachos del Partido Popular parece más bien que disfrutan ofreciendo el antifonario para que cualquiera disponga y escarbe entre los estragos de su república. Si hasta Rajoy parece aquel ángel blandileble de Jesús Juan Garcés, excelso poeta. Sin ir más lejos, llega el artúrico Mas a Madrid y, tras sacarle cinco mil de los grandes, se va el guripa con la pasta aullando como un coyote y sin dar las gracias. Y todo porque dice que el pecunio es suyo. Pero lo malo es que este atracador necesita el dinero para pagar los lujos de sus embajadas, sacarle brillo a sus televisiones y repartir el botín entre la policía lingüística, esos sans-culottes del antiguo anarquismo. Quiero decir que nuestro dinero va a servir, sobre todo, para que la “nomenklatura” catalana siga en su empeño soberanista, o sea, empecinada en la idea de cortar por lo sano y dejarnos a los demás más pelados que el cráneo oblicuo de Pujol. Pero lo malo es que el ángel blandileble va y le afloja la mosca como si tal cosa y sin exigirle al menos la garantía del cordón de su corpiño. 
Todo esto viene, naturalmente, porque no hay voluntad política ni  huevos suficientes para desmontar la farsa de las autonomías, que son, ni más ni menos, las fincas de recreo de la mayoría de los políticos. En realidad, sólo han servido para dar empleo a cierta gallofa perdida y hallada en el templo de la nada más absoluta. En mi opinión, sin las autonomías, muchos de estos pájaros de cuenta poblarían las calles con sus tenderetes de trileros, manteros y domadores de cabras trapecistas. 
Lo malo es que en Bruselas conocen a la perfección cuál es la voracidad de nuestros agujeros negros. Saben muy bien que a los españoles se nos va el dinero a borbotones por el sumidero de nuestro estado autonómico. Ese es el motivo de que los alemanes, pongo por caso, se opongan a que sus ahorros lo despilfarren un tropel de políticos provincianos manirrotos, aupados como marqueses sobre sus corceles de alta cilindrada, concediendo subvenciones ilegales, abriendo embajadas suntuosas con alfombras persas y percibiendo sueldos millonarios. Sin contar, claro está, con el juego sucio y la rapiña que se han traído con las Cajas de Ahorro, poniendo en peligro a todo el sistema financiero español  y a miles de honrados impositores. 
Uno pensaba que las derechas iban por fin a poner orden, ¡el orden sacrosanto de la derecha!, en este desaguisado institucional que la izquierda y la crisis económica han provocado en España, sacando a la luz las enormes y peligrosas fallas tectónicas que socavan nuestra Constitución. Pero Rajoy ha echado la persiana y se nos acula en tablas como el político blandileble en que se ha convertido. No se engañen ustedes, los recortes en sanidad y educación y demás partidas presupuestarias, más la subida de toda clase de impuestos, más los sacrificios de empresarios y trabajadores, no será suficiente para que este país resurja de sus cenizas. España necesita un nuevo marco constitucional que permita adelgazar aún más al Estado y, en consecuencia, suprimir para siempre la sinvergonzonería y el derroche de la administración autonómica. Pero la derecha española es débil y está como acarajada; y encima  la izquierda, como se ha visto, sólo piensa en el jamón serrano de los supermercados y en bañarse, luciendo su moreno agromán, en piscinas ajenas. ¿Qué hacer? Pues bien, un servidor ya se ha buscado un profesor de baile. Y no saben lo bien que se me da el chachachá. Curioso.      

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