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30 de julio de 2012

LOLITA

CARTAS A DORA MALENGO 30 DE JULIO DEL 2012 QUERIDA DORA: no sé qué decirte para que te animes a una de esas apariciones tuyas tan peligrosas como sorpresivas, cuando uno está desprevenido y en el lugar más inoportuno. Pero tú eres así de imprevisible, siempre lo fuiste, desde que eras una adolescente y te gustaba sentarte en mis rodillas. ¿Sigues siendo aquella niña de sonrisa amplia con sabor a batido de fresa? ¿Sigues siendo aquella Lolita traviesa de cuento de hadas? Esta noche, por cierto, he vuelto a ver por enésima vez la película de Stanley Kubrick. Me refiero, claro está, a “Lolita”, la adaptación cinematográfica de la novela de Vladimir Nabokov. Maravillosa película y no menos magnífica novela. Uno de los pocos casos en la historia del cine en que se da tan difícil coincidencia. Naturalmente, si he de escoger, me quedo con la novela, ya que la creación de los personajes y de la historia es mérito indiscutible del escritor, si bien el guión de la película también es de su Nabokov. Y te diré que de los cuatro personajes principales, me quedo sin ninguna duda con el del profesor Humbert, anclado en el amor adolescente por culpa de un desengaño. Al pobre Humbert le pasó lo mismo que a mí contigo, ya que después de tu huida a ninguna parte me he refugiado en la neurosis de buscar tu rostro adolescente en todas las mujeres de mi vida. Quiero decir que la pasión de Humbert por Lolita es semejante a la que yo siempre he sentido por ti. Porque ni Humbert ni yo somos dos pervertidos, como incluso tildó Nabokov a su personaje, sino dos almas incendiadas por la pasión y como dispuestas a morir en el intento. También la otra noche pude ver una buena película de Vincente Minnelli. Me refiero, claro está, a Gigi. ¿La has visto? En esta historia, Gaston Lachaille (interpretado por Louis Jourdan), un dandi tan aburrido como todos los dandis, se apasiona perdidamente por una adolescente, Gigi, quien consigue el milagro de que el dandi recupere la alegría y el amor por la vida. Como verás, mi querida Dora, el arte en general está cuajado de historias románticas que limitan casi con el delito. Y mi amor por ti también es así, como de código penal, al fin y al cabo cuando me dejaste eras casi una adolescente. ¿Te acuerdas? Yo no andaba tan lejos. Aunque tú llevabas tacones y te pintabas los labios de lila, pero en el fondo para mí no eras más que una niña ingenua y tan llena de vida como un parque ferial en el día grande. Siempre tuyo. Antonio. P.D. En la fotografía de esta semana, verás que estamos con unos amigos en la plaza de toros de Zamora, presenciando un festejo taurino que se celebró el sábado en homenaje a Andrés Vázquez. El artículo que sigue es también en su honor.

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