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4 de febrero de 2013

BARCENAS COMO REFERANCIA ÉTICA




 Si uno se hubiera dedicado a la política, ahora tendría un diamante tan grande como el Ritz. Porque la política, no vayan a creerse, es esa cosa que sirve para que el político, al suspirar, se convierta en un camafeo de sentimientos dorados y brillos como de tiara papal. Si el dinero es lo que mueve el mundo, la política es uno de los caminos más cortos para adueñarse del botín y saludar desde la cima, como James Cagney en “Al rojo vivo”. Y confieso que yo siempre he querido saludar desde la cima. Creía yo que dedicándome a la Literatura iba a subir tan alto que alguna vez estaría a la derecha de algún trono divino, que es donde crecen esos enormes diamantes del cuento de Fitzgerald. Sin embargo, equivoqué el discurso del método para la cosa del enriquecimiento. De volver a nacer, no dudaría en hacer carrera, a codazo limpio, en alguno de nuestros grandes partidos nacionales, aunque tampoco desdeñaría afiliarme en alguna formación nacionalista, por si hay algún pariente de los Pujol que me facilite el camino a la gloria.
Ahora son los chicos del Partido Popular los que están en el candelabro, como decía aquella Mazagatos de indolente belleza. Un escándalo que ha descubierto el periódico “El Mundo”, como tantos desde la instauración del socialismo en España. Claro que la colaboración del corsario Bárcenas (una referencia ética para mis aspiraciones legítimas de millonario) ha sido el origen del escándalo y de que el periódico “El País” se desmelene por fin en un caso de corrupción política. Naturalmente, habría que preguntarse por qué don Cebrián no denuncia con el mismo ímpetu el caso bochornoso de la tribu de los “pujoles” y otros “ferrusolos” de rancio abolengo catalán. No se entiende, pues, que un periódico como “El País”, con tanta basura como ha callado y tanta basura por callar, ahora se lance de bruces al precipicio de una denuncia originada en un individuo con el agua al cuello y de tan escasa fiabilidad.
No es difícil deducir que en cada uno de los españoles anida ya la certeza de que la mayoría de los partidos políticos se han financiado, hasta la fecha, a base de mordidas y gabelas procedentes de empresarios, que requerían de la Administración los permisos y licencias pertinentes para llevar a cabo su trabajo. No hablemos ya de la empresa que consiga ganar un concurso para levantar alguna obra del Estado. Del famoso cuatro por ciento no la libra ni la Divina Providencia. Naturalmente, para mediar en estos pequeños negocios siempre surge algún despacho de abogados dispuesto, por una módica comisión, a servir a la ley incluso más allá de lo que exige el deber. También parece de una obviedad insultante que un porcentaje de ese oro que financia, abrillanta y otorga esplendor a los partidos políticos se pierde por el camino con el fin de dorar las cuentas privadas, generalmente abiertas en Suiza, de nuestros políticos más emprendedores. Sin ir más lejos, es el caso reciente de Luis Bárcenas, ex tesorero del Partido Popular, indultado por Montoro, y acompañado por toda su camarilla de colegas populares y “sobrecogedores”. También es el caso del Partido Socialista y la gran diva de las letras Amy Martin, una de las más brillantes y caras articulistas desde Mariano de Cavia, a tres mil euros el folio. Sin olvidarnos, como ya está dicho, de la familia al completo de los Jordi Pujol, el club de los testaferros de don Arturo Mas y del piadoso Durán Lleida y Pallerols, el cliente más ilustre y refinado del Hotel Palace, después de Julio Camba, claro. ¿Me pregunto, por tanto, si no hay libre una concejalía de urbanismo para un servidor? Sólo una pequeñita. S´il vous plaît
    

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