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25 de diciembre de 2012

NAVIDAD



CARTAS A DORA MALENGO
SAN MARCIAL, 25 DE DICIEMBRE DEL 2012

QUERIDA DORA: Volver a la casa del pueblo siempre me supone una alegría añadida a otras alegrías, como encontrarme de nuevo con todos mis libros. No sé por qué, pero en esta casa trabajo mucho más que en cualquier otro lugar y esta circunstancia para mí es muy importante, sobre todo por ver cómo la novela empezada avanza sin parar hacia el final del trayecto. Claro que en este caso la nueva novela no ha hecho nada más que dar los primeros pasos, y no creo que me lleve menos de dos años, más que nada por la cantidad enorme de documentación que he de revisar. Y como ya te dije en una carta anterior, Dora, no debo desvelar el personaje histórico que esta vez va a ocupar todos mis esfuerzos, ya que dicen que da mala suerte y que el proyecto podría gafarse, pero si te puedo decir que se trata de alguien muy cercano a Hemingway, de su misma generación, y que literariamente a mí me gusta mucho más que él, si bien su vida no me parece tan movida y aventurera como la de Hem, y por tanto tan literaria, pero sí de una riqueza psicológica superior a la suya. Digamos que Hem era un hombre de acción y mi nuevo personaje, aunque parezca lo contrario, llevó una vida casi contemplativa si la comparamos con la de aquel.
         Ni que decir tiene, mi querida Dora, que sobre “El asesino de Venecia” todo lo que puedo decirte es que estoy terriblemente disgustado y aún más decepcionado. Que tu trabajo se vea sumido en la dejadez profesional de un editor es para volverse loco. Pero la culpa la tengo yo por confiar en quien nunca se comportó como un verdadero editor. Los editores no sólo tienen la misión de publicar libros bonitos sino también la de venderlos. ¿Puedes creerte que este señor aún no ha puesto el libro en manos de un distribuidor nacional? Según mis noticias se ha conformado, después de seis meses de incubar el libro bajo sabe Dios qué fuente de calor, con una distribuidora que sólo trabaja para las grandes superficies de Madrid, pero que deja a un lado las librerías nacionales más importantes. Dice que él mismo servirá a estas librerías. Pues bien, hace ya más de un mes que tomó esta decisión y ni siquiera ha llegado la novela a la librería Cervantes de Salamanca, ni a la librería Semuret de Zamora, ni a Boxoyo de Cáceres, ni a la librería Universidad de Badajoz, que es más o menos el territorio donde yo junto más lectores. Te digo por tanto que estoy desesperado y nunca me he sentido tan mal ni tan maltratado por alguien. ¡Qué diferencia con la nueva editorial! ¡Cuánta seriedad y qué buenos profesionales! Y lo mejor de todo es que cuando yo llamo se ponen al teléfono y cuando les escribo un correo me contestan y estoy seguro de que no tendré ningún problema para cobrar mis derechos de autor. ¿Puedes creerte que no he percibido un solo euro de los cinco libros que la otra editorial me ha publicado? Ni uno sólo. Pero te juro que esto se ha acabado para siempre. Ya lo creo. Una y no más santo Tomás, que decía mi abuela cuando alguien la decepcionaba.
Como verás Dora, las circunstancias no me permiten avivar demasiado el espíritu navideño de ¡Qué bello es vivir!, aunque te aseguro que fuera de estos problemas, el humor no me falta ni las ganas de escribir ni de seguir en la brecha. Y tengo cierta impaciencia, aunque contenida, por que salga mi nueva novela, “Yo, Hemingway”, para promocionarla debidamente y, sobre todo, para que se reconozca al menos el trabajo que he desarrollado durante los dieciocho años que llevo escribiendo. La verdad es que no he logrado escribir ninguna obra maestra ni nada parecido, pero sí puedo decir que en conjunto creo que he conseguido entretener a varios lectores, no muchos, esa es la verdad, pero los suficientes para sentirme orgulloso de ellos y de mí mismo.
Te daré una pista sobre el personaje que ocupa ahora el centro de mi trabajo: han rodado tres películas sobre otras tantas novelas suyas y en una de ellas salen un coche amarillo y otro azul, justo en la que dirige Jack Clayton.
¿Pero cómo sabré si lo has adivinado?
Tuyo para siempre. Antonio

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