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8 de octubre de 2012

BAJARSE AL MORO




Después de poner la cama en Cataluña, llega Rajoy, en un acto de puro vicio, y se baja al moro. No entiendo cómo todo el que se sube al trono de la Moncloa tiene que rendir pleitesía tanto en Barcelona como en Rabat. Entendería que fuese una cuestión de tamaño en el caso de la morería, cuya fama alcanza cotas de leyenda, pero en lo que se refiere a nuestros polacos me niego a creer en las venturas, pongo por caso, de Jorgito Pujol y su descendencia ferrusolana. Se felicita Rajoy por la eficacia marroquí mostrada en el control de la emigración ilegal, pero nadie en su sano juicio puede creer que cumplan lo pactado sin recibir nada a cambio, pues ya sabemos de siempre la habilidad de nuestros vecinos en el comercio de toda clase de mercaderías, desde las alfombras para el adosado hasta el canuto del chaval y toda su panda.
En el lugar de Rajoy, ahora que está bajo los efectos gozosos del vicio nefando, uno le preguntaría al alauita por los secretos del 11M que esconden sus espías, es decir, trataría de sonsacarle, porque seguro que lo sabe, los nombres de los españoles: políticos, funcionarios y terroristas, que participaron en tan horrible matanza. Al fin y al cabo, el atentado no tenía otro objetivo que Rajoy perdiera las elecciones, aunque es posible que a éste tampoco le interese saber la historia peninsular de la infamia, prefiriendo que todo aquello permanezca enterrado bajo el estiércol de una sentencia amañada, y evitarse así las molestias que siempre implica devolver la paz a los muertos.
         Pues bien, según nos dice la experiencia, si a los catalanes les apacigua el color del dinero, y Rajoy les acaba de apoquinar una miríada de millones de euros, a los marroquíes sólo se les tranquiliza transigiendo con sus pretensiones en el asunto del Sahara; y por ahí creo yo que van los tiros de las buenas relaciones entre los dos países. De modo que vayan dilatando los chicos del Polisario porque, en nada que se descuiden, el tal Mohamed va a poner en marcha la tuneladora y les va a abrir una fístula como el canal de Suez. Una vergüenza para la ONU que aún sigan coleando los problemas de la descolonización del Sahara, uno de los episodios más vergonzosos de la diplomacia de Franco, si bien éste se encontraba entre la flebitis y los electrodos del marqués, y ya no era ni la sombra de sus antiguos terrores ni, mucho menos, aquel César Visionario y su guardia mora con retumbo de cascos en el pavimento. Recuerdo que, desde la puerta de Chicote, lo veía yo pasar, como una estatua, asomado al Rolls Royce que le había regado Hitler, mientras me tomaba un negroni con aceitunas a la espera de que la Pasionaria, que en paz descanse, convocase la huelga general de la minería asturiana, y que Radio España Independiente anunciara, desde Checoslovaquia, la caída del Régimen y de todos sus falangistas y tecnócratas del Opus, es decir, de los padres y abuelos de casi todos los que hoy militan en la izquierda española, nacionalistas catalanes y vascos, seguidores del Barsa y demás indignados de la Historia.
         Sin embargo, es posible que el sometimiento actual de moros y polacos haya sido como consecuencia, y no voy muy descaminado, del miedo que provoca Soraya Sáenz de Santamaría, sobre todo cuando sale en televisión y amenaza con aplicar la ley hasta sus últimas consecuencias. No me ha extrañado, por tanto, que Arturito Mas y el joven alauita se hayan puesto a temblar como dos niños ante la terrible reprimenda escolar de la “seño”. Ni Carrero Blanco, cuando abarquillaba las cejas, metía tanto miedo como esta Sorayita nuestra.


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