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22 de octubre de 2012

ALGARABÍAS CON DOS ACEITUNAS




Los socialistas alborotan las calles con el alarido de sus aquelarres. Ayer mismo, unos jóvenes instigados, tan instigados como analfabetos, asaltaron el colegio salesiano de Mérida. Creo que a la mayoría de los asaltantes se le trasparentaba un cerebro tricolor de escaso octanaje. También en Madrid a los socialistas les ha dado por sacar de paseo sus resentimientos históricos. Desde mi ventana del Hotel Palace, mientras me tomo el primer martini de la tarde, suelo observar el incesante bracear de los manifestados. ¡Cuánta vehemencia! No comprendo cómo esas gargantas pueden aguantar tanto griterío. Incluso la mía se resiente por el efecto de la resonancia. Sin embargo, el barman ya sabe que, en caso de algarabía callejera, el martini debe venir con dos aceitunas. La aceituna, sobre todo si es cordobesa, suaviza la naturaleza feraz de las tragaderas. A Rajoy, desde luego, no le haría falta ponerle suavizante por la sencilla razón de que tiene tragaderas de cíclope. Lo mismo que su ministro del Interior, incapaz de conseguir que uno tome su cóctel de media tarde sin la aspirina correspondiente.
         Si mi padre viviera repetiría hasta la saciedad que padecemos tiempos de preguerra civil. Sin ir más lejos, al honorable Mas se le han rebrincado las neuronas y ahí tienen ustedes otro cabaret catalán, igualito al de la Revolución de Octubre del año treinta y cuatro. Por cierto, existe una fotografía maravillosa en la que se contempla entre rejas a la totalidad del Gobierno de la Generalitat. ¡Un poema la geta que tiene puesta ese asesino de Companys! Y le llamo asesino porque, durante la Guerra Civil, mandó fusilar a más de un millar de religiosos, por el crimen terrible de creer en Dios. Después hemos presenciado un intento de asalto al Congreso; dicen que con la intención de obligar a los diputados a sacarse de la manga una nueva Constitución. Una Constitución, es de suponer, dibujada a su imagen y semejanza. Creo que pensaban en un régimen “asambleario” o parida similar.  
Luego tenemos al alcalde de Marinaleda, un macarra estelar con barba de revolucionario trasnochado, asaltando supermercados y hoteles privados con el único fin de afanar unas lonchas de jamón serrano, cinco jotas a ser posible, y bañarse después en la piscina de una propiedad ajena. Curiosamente, la propiedad privada, cómo no, vuelve a discutirse entre esta nueva oleada socialista de muchedumbre bovina con embestida iracunda de becerros sin capar. Y, para colmo de males, acaba de reproducirse el paradigma republicano por excelencia, es decir, los asaltos violentos a instituciones religiosas. Ese colegio salesiano de Mérida ha sido el primero y les garantizo, por esa ley infalible de los mimetismos humanos, que no será el último. De modo que recomiendo a las religiosas que vayan probándose los nuevos cinturones de castidad, moda otoño/invierno, porque ya falta menos para una nueva demostración de incontinencia sindical.
         La verdad, no sé si el ambiente será de preguerra civil, pero les aseguro que al Gobierno del señor Rajoy, ese caballero de la mano en el pecho, no le importa en absoluto. Parece como si el único problema para el PP fuera la prima de riesgo. La unidad de España, el orden público y la seguridad de los ciudadanos no pertenecen al redil de sus responsabilidades constitucionales. Así que empiezo a llenar las maletas y actualizar el pasaporte para volver a Messolonghi, de donde nunca debí salir. Lo cierto es que echo de menos sus atardeceres, las tertulias de café con otros exiliados y, sobre todo, los martinis en el Hotel Liberty, un lugar tan bueno como cualquier otro para llorar por la España que nunca será. Uno ya no está para jugar con el mosquetón, como Mambrú, pero todavía le quedan fuerzas para disfrutar los aromas de un par de copas. A bayoneta calada.

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