Vistas de página en total

7 de enero de 2012

EL TÉ DE LAS CINCO

Después del atraco gubernamental en plan Billy el Niño, yo lo que quiero es tomar el té de las cinco con Michele Bachmann. La verdad es que esta puretona, orejas artesonadas y una dentadura blanca y musical, a mí es que me hace temblar de embeleso. Y es que al verla noto como un presunto desamparo infantil y una sensación interior de obsceno hormigueo. Perdonen ustedes mi intolerable sinceridad, pero es que después de ver a ese señor, el tal De Guindos, entrar a saco en los bolsillos de los españoles, sobre todo en el mío, el mal talante se me ha disparado hasta niveles casi de asesino en serie.
A Dios gracias, el elocuente erotismo de esa chica, Michelle, ha atemperado mi carácter y ahora me siento como el marqués de Bradomín en presencia de la niña Chole y la promesa de una larga noche de oráculos. Sí, así es. No lo puedo remediar. Confieso que esta candidata republicana a la Casa Blanca me ha llenado el cuerpo de sueños indecentes, yo pecador, y estoy por mudar la nacionalidad y ser yanqui y socio numerario del Séptimo de Caballería y apuntarme al club de las chicas del Tea Party, con o sin poetas muertos. Porque eso es lo que yo anhelo de todo corazón: tomar el té con esas jaconas de buen ver y, después, si se tercia, rezar el rosario, urbi et orbi, con sus cinco misterios para limpiar el mundo de tanto masonazo con coche oficial, televisión pública y el Instituto Nóos como hucha del Domund y cepillo parroquial.
Yo quiero ser yanqui porque aquí en España sólo me espera la señora Soraya en plan monja de las llagas o, igualmente, la célebre Chacón, vieja separatista catalana, y les aseguro que ninguna de las dos está como para tomar ni el té de las cinco ni la sopa caliente de la tía Daniela. Les juro que con estas dos me entra algo así como una pereza ancha y carnosa y de no salir de casa. Sin hablar ya del señor Rajoy, el desaparecido, y de mister Rubalcaba y sus chivatos del bar Faisán, los arcanos químicos del 11M y todos los micrófonos que ha dejado bajo las camas lascivas del liberalismo español.
Para colmo de ingenuidades, uno pensaba que el tijeretazo de la derecha iba a consistir en dejar en cuadro a la clase política, despojándola de sus coches oficiales y sus privilegios de casta y caviar iraní; también en echar de España a los ejecutivos de la banca usurera, con sus sueldos viciosos de Bulgari, Loewe y balneario en Mariembad. Creí además que abolirían, una por una, todas las Comunidades Autónomas, dinamitando, ¡boom!, las televisiones regionales y su despilfarro congénito. Pero resulta que el camino prustiano de Swann hacia la felicidad, me refiero a la esperada contracultura del PP, consiste en incrementar el atraco fiscal y dejarnos aún más arruinados de lo que ya nos ha dejado la crisis. Por eso me quiero fugar de este país de atracadores y convertirme en ciudadano americano, calzar botos vaqueros, comprarme una gorrita de béisbol y pagar la cuota anual del Tea Party. Claro que mi deseo, en el fondo, es ligarme a esa belleza distraída de Michele Bachmann y perderme en la sonrisa azulada de sus ojos maduros, y llegar de su brazo, cómo no, a la Casa Blanca, aunque sólo sea de consorte, cumpliendo así con una de mis más humildes ambiciones. No he podido conseguir un puesto de gran ejecutivo en una Caja de Ahorros, sueldo millonario y blindado, y me tengo que conformar con ser la segunda Primera Dama masculina de los Estados Unidos. Después de la señora Roosevelt. Con todos mis respetos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario