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21 de enero de 2012

LO DEL BERNABEU

Yo creo que el Madrid perdió la otra noche no sólo por culpa de la gomina del árbitro, sino porque Rajoy, irresponsablemente, se bajó al moro y dejó desguarnecida la portería de Casillas. Todos los madridistas pensábamos que una vez Zapatero fuera de combate, el Barcelona se desinflaría y volvería a sus cuarteles provincianos de siempre. Sin embargo, por lo que se ve, ni con varios ministros en el palco del Bernabeu se pudo someter al Barsa por el camino de la Constitución y otras obediencias reglamentarias a este otro lado de la frontera. Para mí que Rajoy se bajó al moro, no por negociar con Mohamed la entrega genuflexa de Ceuta y Melilla, que es a lo que iba Zapatero, sino por la pereza de no recordar a los catalanes lo que les pasó en Almansa y en la batalla del Ebro y en aquellas gestas de cuando don Alfredo campeaba a sus anchas por las tierras del Cornellá y la Villanova y la Geltrú.
Rajoy sólo tiene una misión que cumplir, y es que el Madrid gane la Liga, la Copa, la Recopa y todo lo que haya que ganar, aunque luego juegue sin jugar al fútbol y con ese tal Pepe en el centro del campo, que es algo así como un minotauro loco y furioso y en plan Liberty Valance. Sin embargo, Rajoy, en vez de cumplir con sus obligaciones constitucionales, se dedica a meter la mano en el bolsillo de los españoles con la débil excusa de arreglar España. Así también la arreglo yo y de paso me agencio un ático como Pepiño y unos trajes como Camps y un hijo felón como Chaves y luego también me doy al puterío y a la farlopa como esos chóferes borrascas de Griñán y sus hígados cirróticos. Rajoy ha de comprender que el Real Madrid tiene que ser campeón de la cosa, aunque sea por decreto, y si hay que untar al arbitraje se le unta a base de fondos reservados y medallas al merito arbitral, igual que a los guripas soplones del Faisán y otros malhechores del 11M.
El fútbol es una cosa demasiado seria como para ser objetivos. Sepan ustedes que en el momento en que se hace gala de objetividad comienza la capitulación, el llanto y la entrega de las llaves de Granada. Aún así, he de reconocer que la historia de los últimos años del Real Madrid es la historia de un hundimiento, ya que el segundo puesto, aunque signifique la gloria para muchos, es el abismo para este club y para todos su tifosis y militantes adictos. Sin embargo, para el Barcelona, el hecho de ocupar el segundo lugar resultaría genéticamente glorioso y, sobre todo, socialmente apropiado. Porque la primera posición que hoy día ocupa el Barsa en el escalafón es como consecuencia de alguna disfunción celular de la sociedad catalana. Por ejemplo, todos los últimos títulos que en estos años han subido a sus vitrinas, más que títulos son como metástasis que algún día harán carne y sabe Dios si esta malignidad no les llevará a suplicar su lugar natural de segundones crónicos. El Barcelona, igual que los políticos españoles, vive por encima de sus posibilidades, y todo este buen juego de ahora resulta impostado, fuera de cacho, y al final se convertirá de seguro en alguna enfermedad degenerativa. Afortunadamente, luego andarán suplicando por ahí vacunas y antídotos y nadie se apiadará de ellos, digo yo que por vengarse del burreo antológico con que ahora someten a sus víctimas. Sobre todo, al Real Madrid. Quiero decir que para evitar la tragedia, Rajoy debería restituir la lógica futbolística enviando al vestuario culé, por ejemplo, un ejército silente de gonococos hambrientos y bien entrenados. ¡Al alba!, como cuando la isla de Perejil. Todo sería por tranquilizar a los mercados.

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