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3 de diciembre de 2011

EXPERTOS EN TUMBAS

Uno se queda tranquilo al saber que hay comités de expertos en tumbas. Nadie debería enterrarse sin que estos guripas hayan presentado las conclusiones correspondientes. Según ellos, Franco se equivocó al escoger el Valle de los Caídos como lugar apropiado para el reposo de sus restos mortales. De modo que, a la vista de este informe, el Gobierno socialista quiere trasladar el cadáver de Franco a donde digan estos señores de tanta sabiduría mortuoria y de cipreses alineados. Vayan preparándose porque en cualquier momento volveremos a oír el cornetín militar y otra vez con el muerto a Dios sabe dónde. Naturalmente habrá que emperifollar de nuevo al caballo descabalgado para que vaya, solitario y triste, detrás del catafalco. También tendrán que engrasarse los goznes de la carroza funeraria del entierro de Tierno Galván, mucho más barroca y solemne que la militar, sobre todo por esos percherones entorchados con plumeros negros de limpiar el polvo.
Ya saben ustedes que los socialistas se ponen cachondos, espermatorreicos, con el asunto de Franco y el Valle de los Caídos. Y eso que la mayoría son descendientes de falangistas, militares, gobernadores civiles y jefes provinciales del Movimiento. Sin embargo, a estos chicos lo único que les importa es brujulear por la Historia, de gasolinera en gasolinera, como chinches hambrientas en busca del cargo y la pasta gansa. Pierden unas elecciones por goleada y aún se nos ponen farrucos con la cosa de la Guerra Civil, como si la hubieran ganado disparando, ¡ay, Carmela!, algún mosquetón imaginario de la feria de su pueblo. La guerra la ganaron sus padres y sus abuelos, esa es la verdad, pero la perdió el PSOE y todo esa banda de tramposos del Frente Popular. No lo digo yo, sino el mismísimo Alcalá Zamora en su libro “Asalto a la República”, donde se confirma lo que todo el mundo ha sospechado siempre, es decir, que las elecciones de febrero de 1936 fueron un fraude, un pucherazo y una infamia para cualquier demócrata que se precie de serlo.
También los expertos en tumbas deberían dilucidar quién va a presidir el traslado del César Visionario, como le llamaba el maestro Umbral. En mi opinión, deberíamos recordar esa frase terrible del Evangelio: ¡Dejad que los muertos entierren a los muertos! O sea, nadie mejor que los tres cadáveres más recientes de la Historia de España, es decir, Zapatero, Rubalcaba y Pepiño, para encabezar un cortejo funerario, marchando, eso sí, detrás del caballo descabalgado de Franco, por si se les encabrita y hay que domarlo. Una lástima que a Hitler lo incineraran los suyos, porque después del desentierro de Franco, Zapatero y sus secuaces muertos podrían haberse dado un garbeo por Alemania, no para estudiar a Heidegger, que es muy pesado de leer, ni para pedir perdón a la Merkel por no haber hecho los deberes monetarios, sino para haber cambiado de tumba a Hitler y a Eva Braun, o, en su defecto, a algún prusiano militarote y revoltoso que a los expertos les parezca mal ubicado en su nicho. Y es que los españoles, ya lo decía Ramón Gómez de la Serna, somos gente de epitafios, lápidas, crisantemos y cantares de cementerios: Yo no sé que tienen, madre /// las flores del camposanto ///que cuando las mueve el viento /// parece que están llorando. Solo falta que Zapatero llame ahora a sor Pascualina, la monja que a posteriori afeitó a Pio XII, para que dé también un repaso barbero al cadáver de Franco, no vaya a ser que mi general se levante con barba de legionario y haya desbandada general de socialistas por la sierra de Madrid. ¡Ay Carmela! ¡Ay, Carmela!


Antonio Civantos
antoniocivantos.blogspot.com

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