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18 de agosto de 2014

CHARLES BUKOWSKI


Sábado, 16 de agosto del 2014
DIARIO

A mí es que Bukowski, que era de Los Ángeles, California, se me sale un poco del presupuesto literario. Sin embargo, el muy cabronazo cumplía los años el mismo día que yo, el 16 de agosto, y eso para mí ya es un eximente, qué carajo, de  cualquier clase de delito, por muchas guarrerías que escribiera, que fueron variadas y algo así como infinitas. Claro que yo también las escribí en mi primera novela, y lo peor de todo fue que las leyó mi madre, por eso la pobre no hacía otra cosa que repetirme: “hijo, no escribas tantas guarrerías”. Pero la culpa no la tuve yo, sino mi ingenuidad al pensar que si las había escrito Bukowski, maldita sea, la cosa no podía estar mal y hasta me felicitarían por el hecho. Sí, sí, felicitarme, pues a poco me condenan a galeras. No obstante, he seguido leyendo a Bukowski, sobre todo en el día de nuestro cumpleaños. Por ese motivo hoy le he dedicado unas horas de lectura y ahora ya tan de noche reivindico su memoria en este diario.
En cambio, mañana domingo, por ser fiesta de guardar, leeré un poco a San Agustín, unas páginas de sus “Confesiones”, maravilloso libro y muy edificante, por cierto, pero hoy sábado, como digo, se lo he dedicado al guarro de Bukowski a manera de felicitación, ya digo, y hasta le he cantado el “Happy birthday”, que siempre lo entono mal y desafino.
Por ejemplo, uno de los relatos que he leído de Bukowski ha sido ese que se titula “Cojones”. Hay que joderse con este tío. No sé las cosas que me habría dicho mi madre si yo hubiera titulado de esa manera. Sin embargo, la historia de este hijo de satanás tiene fuerza y me ha dejado boquiabierto y babeando, maldita sea. Ahora comprendo lo encarajados que tuvieron que quedarse todos esos editores de mierda que tardaron en darse cuenta de que allí había un escritor. Claro que aquí en España le habría ocurrido lo mismo. Aquí las editoriales prefieren a niñitas que escriben como ursulinas entre costuras y en plan marxista/feminista y para mí que es la puta mafia gay quien manda en el cotarro y por lo que a mí respecta ya les pueden ir dando a todos mientras dilatan.
Para que se hagan una idea, les copio un par de párrafos de “Cojones”: “También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas con las medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me interesan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado”. Y por ahí todo seguido hasta la siguiente historia que se titula: “Todos los ojos del culo de este mundo y el mío”. Pero no se escandalicen, joder, que la sangre no llega al río y, como les digo, mañana, en compensación, voy a leer a San Agustín, que es otra cosa en sus expresiones, un decir muy distinto, pero que también anduvo de joven, el muy perillán, lo que se dice algo perdido entre esas mujeres de negro satén que suelen respirar por sus encajes y después que me quiten lo bailado.
Claro que Bukowski no tuvo una madre rezadora y santa como santa Mónica, sino un padre violento,  pegón y con muy mala baba, que para empezar hay así como un abismo de diferencia. Bukowski lo tiene escrito en un par de novelas que se titulan: “Hijo de Satanás” y  “Peleando a la contra”, si mal no recuerdo; pues bien, a ellas me remito y exijo su redención como ser humano, aunque raramente se duchara y luego mojase la pluma en excremento de rata.
En mi opinión este cabronazo de Bukowski es el tipo políticamente más incorrecto de la literatura del siglo XX. Desde luego, para mí se trata del escritor más machista, el más obsceno y con la saliva más negra de cuantos escritores haya parido madre, que ya van siendo demasiados, tantos digo que hay algo así como una peste del tipo de la bubónica o la del Ébola, que viene a ser lo mismo.
Adviértase que a Bukowski no lo he incluido entre los más borrachos del escalafón, si bien lo era y de gran calidad, entre otras cosas porque escritores borrachos ha habido mogollón y les juro que en el gremio hay como toda una estirpe de alcohólicos geniales, y no sé yo qué habría hecho la literatura sin el latigazo aguardentoso del chupito mañanero, que fuera de su alcance no hay inspiración que valga y tan sólo existe el abismo del papel en blanco, el infinito y la nada. Pues eso.


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