Vistas de página en total

7 de octubre de 2016

COLETTE
Miércoles, 5 de octubre

Todas las mañana me columpio entre la duda de elegir tostadas con mantequilla y mermelada o rociadas con aceite de oliva. Hoy he preferido untar mantequilla. Después he dado un paseo por la playa de más de una hora y, tras la ducha, he mirado el correo. Dora Malengo sigue sin escribirme. Sé que ha estado en Nueva York, paseando por Central Park. Lo sé gracias a una fotografía suya que he visto en Hola. La última vez que la vi en persona fue en Roma, cruzando la plaza de España, pero su paso en plan cometa Halley sólo logró dejarme paralizado, como un colegial, sin la energía necesaria para correr detrás de ella.
         Escribo durante lo que queda del día, salvo tres horas que utilizo para comer, dormir la siesta y ver una película: “El extraño caso de Benjamin Button”. Una película que es un canto a la resignación a todo lo que la vida tiene de irremediable. Pues bien, salvo por esas escenas tan desagradables de la moribunda, el resto de la cinta me parece delicioso. Curiosamente, el cuento de Scott Fitzgerald, aunque marque la idea principal del argumento, nada tiene que ver con el desarrollo posterior de la historia. Ocurre lo mismo con ese cuento de Hemingway titulado “Los asesinos”, que tan sólo ocupa los primeros cinco minutos de la película, “The Killers”, dirigida por Robert Siodmak y cuyo guión fue escrito por Anthony Veiller.
         Como el otoño está siendo de lo más jacarandoso, después de cenar salgo a dar un paseo. Casualmente, sentado en un banco de la Alameda, frente al casino, me encuentro a mi amigo José Antonio. Me invita a sentarme y acepto encantado. De entrada la conversación no puede ser más interesante y culta. En primer lugar llegamos a la conclusión, después de barajar varias opciones, de que la caoba es la madera con que se fabrican las ruletas. En realidad, la de cerezo era nuestra segunda opción, cabalgábamos a lomos de esa duda, pero zanjamos la cuestión gracias al teléfono móvil de un camarero. Lo mismo nos ocurrió al dirimir acerca del material que utilizan para fabricar las bolas de la ruleta. En un principio los dos estuvimos de acuerdo en que están hechas de marfil, pero de nuevo el mismo teléfono nos informó de que hace ya algunos años que el teflón ha sustituido al marfil. ¿Pero qué carajo es el teflón? Pues nada menos, siempre según la información telefónica, que una especie de polímero compuesto por cuatro átomos de flúor y dos de carbono, muy utilizado al parecer para fabricar sartenes de fondo antiadherente. Lo que quiero decir es que ahora los teléfonos móviles son lo que para los griegos fue el Oráculo de Delfos.
Luego pasamos a hablar del tiempo, que es lo reglamentario en estos casos, para llegar a la conclusión unánime de que el “calentamiento global” nos ha cogido demasiado mayores, pero que se agradece sobre todo por la mejora del reúma y otros achaques derivados de las bajas temperaturas. Al final acabamos la conversación hablando de mujeres, tema tan reglamentario como el del tiempo, confesándonos el uno al otro que nuestro principal problema en dicha materia, no solo es el fenómeno de la gravitación de Newton, sino nuestra total y absoluta invisibilidad.
Cuando a las dos de la mañana regresé a casa, leí unas páginas de la biografía de Colette. Una mujer sin duda muy particular, pero que físicamente, según las fotografías de la época, me deja completamente al pairo. Ahora me gustan las mujeres en estado virtual; no son más cariñosas que las de carne y hueso, pero sí mucho más reales y apenas te dan problemas. "Cuando mi cuerpo piensa en ellas, mi carne se llena de alma". Esta es una frase de Colette que acabo de apropiarme. Porque desde un punto de vista literario, esta señora siempre tuvo algo que decir y con buen estilo. Al contrario que su señor marido, ese tal Willy, un depravado sexual según cuentan de él las crónicas de la época, que lo ponen como no digan dueñas. Por otro lado, Colette es la única mujer que conozco que trató de salvar su matrimonio acostándose con la amante de su marido. Claro que vaya a usted a saber si el discurso de ese método no está más generalizado de lo que uno supone. Habría que preguntárselo al teléfono móvil del camarero.
        
        
        
          





No hay comentarios:

Publicar un comentario