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26 de febrero de 2014

DE CASI NADA


Lunes, 25 de febrero del 2014
DIARIO

Hoy cumpliría mi padre noventa y cuatro años, pero ya va para doce que se lo llevó el Alzheimer, o como carajo se escriba ese palabro de mierda, ya que esta jodida enfermedad sigue trepanándonos el cerebro como si fuera una termita del diablo. Hoy no tengo nada que decirles. Nada en absoluto. Se trata de un día muy triste para mi familia y para mí y no puedo escribir dos palabras seguidas. Además, la presión de la atmósfera está algo inestable y mis constantes vitales suben y bajan como si fueran polichinelas de un teatro antiguo. Quiero decir que hoy todo me afecta, hasta lo más insignificante, no digamos ya las vidas de las personas que verdaderamente me importan. Nos hacen daño y les hacemos daño, y luego sentimos sobre nuestros pasos algo así como una pesadumbre de imposibilidad, como si lleváramos los bolsillos cargados de piedras y, como Virginia Woolf, nos echáramos al río. Hasta me parece que ni siquiera por la puerta de atrás de la imaginación hay ya una salida a la esperanza. Cerrada por derribo y en honor a la verdad y frente a la mentira. Pero yo creo que nos engañamos a nosotros mismos y tal vez resulta, por qué no, que la virtud reside donde menos se espera. Por ejemplo, en la sinceridad sentimental con uno mismo. A no ser que asumamos por deporte el peso de alguna culpa probablemente inexistente. Si es así, no tengo más remedio que callarme. Para colmo de males, mi padre ya nunca volverá para contarme por enésima vez cómo carajo entró en Cartagena, en plena guerra civil, escoltando al comandante Cervera, al lado de su amigo Tino y armado hasta los dientes. Temo que un día se me olvide la historia y él se me muera para siempre. Más historias para el olvido.




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