CARTAS A DORA MALENGO
MADRID, 17 DE DICIEMBRE DEL
2012
QUERIDA DORA: Hoy he visitado
la exposición que sobre pintura inglesa ha organizado la Fundación March. Me he
sobrecogido ante un par de retratos de John Singer Sargent, para mí uno de los
mejores retratistas de todos los tiempos. Fíjate siempre en el brillo de la
mirada de los personajes de sus cuadros. Precisamente, tengo en mi salón de
Madrid una lámina –no iba a ser un original, claro-- de uno de sus más afamados
retratos. Se trata del retrato de lady Agnew of Lochnaw , cuyo nombre de
soltera era Gertrude Vernon. La chica ya parece de la familia y no me
extrañaría que una mañana, de tan intensa que es su mirada, exigiera el derecho
a una taza de café con cruasán a la plancha y mermelada de naranja.
También
hay en la exposición una obra de un pintor inglés que siempre me gustó: Dante
Gabriel Rosseti, uno de los fundadores del movimiento inglés de los
prerrafaelitas Se desprende mucha magia de las mujeres que pinta. Sobre todo en
sus tres modelos preferidas. Me refiero a su esposa, Elizabeth Siddal y a las
dos amantes que ocuparon su vida tras quedarse viudo: Fanny Consforth y Jane
Burden. Precisamente, de esta última es la acuarela que hay colgada en la
exposición. Pero lo curioso es que resulta muy difícil distinguir, una de otra,
a estas tres mujeres una vez plasmadas en los lienzos. Quiero decir que las
tres parecen la misma persona. Al menos, es la impresión que yo tengo. Las tres
poseen una larga cabellera roja, los ojos azules y una boca inquietante en
forma de corazón pintada de un rojo fuerte. Es evidente que entre las tres
mujeres completaban el ideal femenino del pintor.
Sin
embargo, confieso que fui a la exposición porque me informaron acerca de un
cuadro de James Whistler, que resultó ser, desde mi punto de vista, una marina
bastante decepcionante. Whistler por lo que he podido ver tiene otros cuadros
mucho más sugerentes, como el retrato que pintó de su madre, una verdadera
maravilla. No obstante, a mi me interesa Whistler porque es el auténtico
inventor de esa manera de hablar mediante paradojas que con tanto éxito popularizó
Oscar Wilde. De modo que Wilde sólo fue un discípulo de Whistler en cuanto a
maneras sociales se refiere. Y la verdad es que al pintor no le sentaba nada
bien que el escritor lo imitara, creyéndose robado hasta tal punto que la
relación entre ambos quedó seriamente afectada. Naturalmente, Oscar Wilde elevó
ese lenguaje a categoría de obra de arte y el mundo entero cree que él es su
creador, aunque sólo sea un plagio perfecto del original, incluso podría
decirse que el discípulo superó con creces al maestro.
Por
ejemplo, a ti te diría, mi querida Dora, imitando el decir de Whistler/Wilde,
que “las mujeres están hechas para ser amadas, no para ser comprendidas”. Es
una frase que me digo a mí mismo cuando trato de encontrar sentido a tus
silencios. ¿Es que acaso tú no lo encuentras en mis cartas? Tuyo para siempre.
Antonio
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