Vistas de página en total

16 de diciembre de 2012

EL FUAGRÁS DE OCA




Resulta que fueron los egipcios a quienes se les ocurrió sobrealimentar a las ocas para que tuvieran un hígado hipergraso. Así consiguieron el fuagrás, uno de los alimentos más exquisitos de todos los que el hombre pueda saborear. Apicio, aquel cocinero romano, escribe acerca de la técnica de la sobrealimentación de estas aves en su libro “De re coquinaria”. Y fue el cónsul Metello Scipio uno de los más aficionados gourmets a conseguir de las ocas, embudo en mano, su más preciado tesoro. Al parecer esta costumbre desapareció con la llegada de los bárbaros, nada refinados a la hora de sentarse a la mesa. Sin embargo, la técnica se conservó gracias a los judíos, que la asimilaron durante el tiempo que vivieron bajo la influencia del Impero romano. Y eso que, según me dicen, el fuagrás no es un alimento admitido, kosher, dicen ellos, en lo que respecta a sus costumbres religiosas.
         Naturalmente, han sido los franceses quienes han mantenido la tradición del fuagrás por encima de cualquier apreciación social, tanto moral como dietética, siendo actualmente los primeros productores y consumidores del mundo. En lo único que los franceses no se ponen de acuerdo es en el vino que debe acompañar al fuagrás. Hay distintas opiniones al respecto: unos prefieren el “sauternes”, un exquisito vino dulce; otros el champán seco o semidulce; hay quien prefiere el “chablís”, que es un vino blanco seco; y un buen número de ellos optan por el vino tinto. Desde luego, personalmente, en el caso de que se pudiera escoger, preferiría el “sauternes” o incluso un buen “oporto”, aunque la opción del vino tinto de ningún modo sería nada desdeñable.
         Ahora en España se lleva a cabo la batalla legal, por cuenta de asociaciones y clubes animalistas, para prohibir la producción de fuagrás por el método de Apicio. A decir verdad, me alegraría sinceramente que lo consiguieran para sumarme así a las falanges de comedores clandestinos de fuagrás. No hay más placer que transgredir ciertas normas para aumentar la sensación de placer; no todas, claro está, pero sí las que se interponen entre un hedonismo más o menos inocente y mi sacrosanta voluntad. No soy partidario de la cocina moderna que se practica, un suponer, en el restaurante Mugaritz, pero me adhiero a su causa contra el barbarismo moralista de lo políticamente correcto. Con el tiempo se nos prohibirá freír un huevo por si el embrión ovíparo sufre en la sartén hirviente del sacrificio. Las cazas de brujas se sabe cómo principian pero nunca cómo terminan. Y en España han empezado por el restaurante Mugaritz. En realidad, comenzaron cuando prohibieron al comensal fumarse un puro tras la comida, un rito tan necesario como civilizado, gastronómica y religiosamente hablando. Hoy día, resulta un espectáculo bochornoso contemplar grupos de fumadores a las puertas de restaurantes, bares y centros de trabajo, como si fueran leprosos humeantes, a la vista de otros peatones que huyen despavoridos por si se trata de transmisores de virus. Ahora le toca el turno al fuagrás y dentro de nada será el vino la víctima de estos moralistas y Savonarolas que crecen como setas en otoño por todos los rincones del mundo. No en vano ya han conseguido prohibir el fuagrás en California, Alemania, Turquía y en una miríada más de países aterrados por su presencia. Hasta la próxima.
          

No hay comentarios:

Publicar un comentario