Uno
pensaba que la Derecha española era la rica heredera de la Legión, es decir,
del aquí estoy yo y viva la muerte y por ahí todo seguido. Sin embargo, de
aquella infantería heroica del Gran Capitán, de aquellos tercios del duque de
Alba que asolaron Flandes, los mismos que salen en los tapices del palacio de
Liria, de aquellas mesnadas medio moras y putañeras que cabalgaban detrás del
general Millán Astray y la cabra julandrona, sólo nos queda ya el contoneo y la
risa moribunda del ministro Wert, que se rila ante el empuje marujón de la
“consellera” Rigau y visca Catalunya. La “consellera” Rigau ha venido de visita
a Madrid para recoger la pasta gansa de Montoro y de paso decirle a Wert, don
José Ignacio, que ella no es la bien pagá ni se afloja tampoco el cordón de su
corpiño, mi niño. A doña Irene Rigau le aterra que los alumnos catalanes ejerzan
su libertad, garantizada por la Constitución, para escoger el español como
lengua vehicular y leer, un suponer, a don Miguel de Cervantes, que bien les
podría aleccionar acerca de la catadura moral de sus políticos y, sobre todo, del
régimen fascistoide y marimandón en el que han nacido. Sin hablar, claro está,
de las trapisondas monetarias que se tienen los grandes jerarcas de la Generalidad con los banqueros de Suiza, una nación, por cierto, que ha salvado la crisis
gracias al botín conquistado por algunas de las familias más honorables de
Cataluña.
Pero, como digo, la Derecha que ahora campea por España, con
categoría de mayoría absoluta, nos ha salido blandileble, miedosa y medio maricona,
como después de pasar una noche loca en un garito de Chueca. No es de extrañar,
por tanto, que se baje los gayumbos para que nacionalistas y otros Casanovas
desahoguen sus represiones de juventud y, sobre todo, la frustración de no
haber tomado el Palacio de Invierno, a los sones cañoneros del acorazado
Potemkin, durante la última huelga general de don Toxo y el señor Cándido. La Derecha,
como digo, representada esta semana por el ministro Wert, se rila ante el
empuje nacionalista de la señora Rigau, que envalentonada ante el arrugue y el
miedo y el recule de las mesnadas de Madrid, ha puesto los “cullons” encima de
la mesa, y resultó que eran los más grandes de la sala. O sea, que el ministro Wert,
don José Ignacio, después de ver cómo Montoro, otro que se rila, cerraba el
agujero catalán a tocateja, va el tío y encima pone la cama para que la señora Rigau,
doña Irene, se plazca en ahondarle sus abisales fondos con una enorme e
inconmensurable inmersión lingüística y otras perversiones especificadas en el “estatut”.
Me refiero, claro, a ese estatut inconstitucional pergeñado por el “tripartito”
y el Parlamento catalán para mayor gloria del señor Zapatero, don José Luis, aquel
presidente de triste recuerdo.
A la Derecha española, otrora vencedora en Lepanto, Almansa,
el Gurugú, el Ebro y, sobre todo, en la isla Perejil, le sacan los colores
estos jodidos convergentes del tres por ciento, ¿o se trata del cuatro por
ciento?, después de reírse como sonajeros rotos mientras se llevan el alijo, es
decir, otra vez el oro de Moscú, camino de alguna cueva pirata abierta entre Zurich
y Ginebra. Yo me pregunto dónde tendrá escondido la Derecha aquel espíritu heroico,
un suponer, de Indíbil y Mandonio, el empuje arrollador de don Ramón María
Narváez, el Espadón de Loja, sin olvidarnos del carácter recio, autoritario y
victorioso del general Espartero, un hombre que estaba convencido de que sin la
obediencia a las leyes no es posible la libertad. A la derecha española le
falta convicción y le sobra una buena fila de complejos. Para mí que es carne
de diván. O sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario