Cataluña nos cocina a fuego
lento como si fuéramos el pavo de Navidad. En realidad, los españoles llevamos
en el horno desde el mismo instante en que se aprobó la Constitución del 78. Y
ahora, parece ser, que ha llegado el momento de ponernos sobre la mesa y
servirnos bien doraditos y crujientes entre una guarnición de rovellons y otra
de coles de Bruselas. Precisamente, ha sido en Bruselas donde Romeva, Badía y
Tremosa, ese trío Lalalá del Cornellá del Vallés, se han descolgado hasta la
deshidratación neuronal al describir cómo cuatro cazas de la aviación borbónica
han surcado el cielo de Cataluña entre resoplidos de amenazas y avisos a
navegantes. Sin embargo, nos extraña grandemente que Rajoy haya sugerido
semejante plan de vuelo. Si hubiera sido aquel otro gallego de antaño, no les
discutiría que la cosa no fuera bien encaminada, pero de la praxis política del
señor registrador de la propiedad mucho me temo que tal medida esté alejada a más
de un palmo de distancia. Para mí que Romeva, Badía y Tremosa deberían inventar
algo más sutil con el fin de calentar más a conciencia el ambiente europeo. Para
llevar a cabo una secesión ilegal se precisa algo más de imaginación y cultura.
Sin ir más lejos, debería presentarse en Bruselas el propio rey Arturo para
denunciar, un suponer, que la elaboración del cava extremeño es una afrenta de
una violencia inusitada a la historia vitivinícola de la tierra catalana.
También podría denunciar, digo yo, que la cabra de la Legión sea natural de
Girona y que fue secuestrada por un nieto de Millán Astray durante una
incursión bélica sobre algún aprisco del Ampurdán.
El
rey Arturo I de Calalonia habría de escoger con mejor tino el contenido de sus
denuncias, pues no creo yo que Europa nos vuelva a mandar a los cien mil hijos
de san Luis con ese cuento chino de los cuatro cazas mariposeando sobre los
campanarios de Berguedá y Ripollés. Para mí que Romeva, Badía y Tremosa
deberían leer al menos las obras completas de Josep Pla y de Eugeni d´Ors y
estudiar el arte y la vida de Salvador Dalí para que sus denuncias sobre el
imperialismo español se vieran avaladas por tres catalanes universales. También
podrían darse una vuelta, me refiero a Romeva, Badía y Tremosa, por la historia
épica del general Batet, don Domingo Batet Mestre, nacido en Tarragona y nombrado,
por la República, capitán general de Cataluña y general en jefe de la IV
División Orgánica. Pues bien, el general Batet fue sin duda el gran héroe de la
intentona separatista perpetrada por la Generalitat en 1934, sobre todo al
elevar nada menos que al gran Lluís Companys a la categoría estelar de preso
ilustrísimo. Y les aseguro que Batet de fascista no tenía absolutamente nada,
sino que se limitó a que las leyes se cumplieran según el ordenamiento
constitucional de la época. Curiosamente, el general Batet fue posteriormente
fusilado por Franco, quien consumó así una particular venganza de muy mal gusto
contra Queipo de Llano.
De
manera que a Romeva, Badía y Tremosa no les debería extrañar que uno de esos
cuatro cazas que gambetearon sobre los grajos de esos campanarios estuviera
pilotado por el espectro del tarraconense Batet, en un recuerdo más o menos
didáctico de la necesidad imperiosa de cumplir las leyes vigentes. Pero como
les digo, mucho me temo que a Rajoy, un ángel blandileble de la política, esa
cosa de los tambores, el olor a pólvora más o menos mojada y el retumbo de
botas militares sobre el pavimento no le llame la atención en exceso. Todo lo
contrario que a Romeva, Badía y Tremosa, a quienes les gustaría disfrutar de
una jornada bélica en Cataluña, aunque sólo fuera para chivarse en Bruselas.
Después de cobrar, claro.
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