A mí es que me jode mucho esta España nuestra cuando se pone en plan perdularia, con los rulos erizados y el sueño legañoso. No obstante, cualquier meretriz decente tiene su chulo a la puerta y un buen policía de emergencia. Al chulo de toda la vida, español, por supuesto, yo lo recuerdo, en su plebeya hermosura, como un tipo esmaltado de giros castizos, holgazán y con un diente de oro. En cambio, al policía sólo lo imagino con traje a rayas, mondadientes circunvolador y un walkie-talkie conectado con Rubalcaba. Pues bien, a la luz de los horrores de nuestro tiempo, la banda de Interior abandona su burdel habitual y vuelve a las andadas con su nocturnidad alevosa de vampiro y su risa triste de sonajero. Si un día robaron la sentencia judicial de Juan Guerra, los teléfonos móviles de Zougam y la documentación del caso Campeón, ayer se dieron una vuelta por un despacho de la Audiencia de Madrid, calle Prim, para afanar el disco duro que contiene los secretos del caso Faisán. Un caso, por lo demás, más claro que el agua, ya que todos sabemos de dónde salió la orden para que los etarras no fueran despiojados por el juez Marlaska.
De modo que vivimos en un país bananero gracias a la ola de arrogancia de estos mafiosos del PSOE que, gracias al papanatismo del Partido Popular, han rociado la democracia española con la gasolina de su fascismo estalinista. Todos esperábamos que los populares, con Mariano Rajoy a la cabeza, limpiaran los establos del Estado una vez en las poltronas del palacio de la Moncloa, pero nuestras esperanzas empiezan a esponjarse en una niebla de decepciones sin cuento. Nadie entiende, por ejemplo, que el ministro del Interior, don Nosecuantos, no quiera investigar ni las pistas falsas del 11M ni el espionaje descarado a su partido ni el robo de los alijos de cocaína en un par de comisarías ni el caso Faisán y, como si lo viera, ahora querrán abortar cualquier investigación sobre ese disco duro robado en el despacho del fiscal.
Los venimos diciendo desde los tiempos de Viriato: en España no habrá una auténtica democracia hasta que no se cumpla el precepto de Montesquieu sobre la división de poderes. Porque todos estos desmanes ocurren precisamente porque los jueces viven bajo la amenaza de la “manu militari” de los políticos. La judicatura esta politizada y pervertida hasta sus linfas más espumosas, y a esto siempre se le ha llamado fascismo, estalinismo, totalitarismo y pura sinvergonzonería, por si la cosa no quedara suficientemente clara. Sin embargo, a ningún partido político se le ha ocurrido jamás debatir sobre una cuestión tan vital para la salud de cualquier democracia. Ningún político ha sondado jamás, al menos públicamente, los abisales fondos del alcantarillado español. ¿Cómo es posible, me pregunto, que haya en circulación una banda especializada en el robo de pruebas judiciales que siempre inculpan a algún miembro o miembra del partido socialista? Claro que lo peor, como digo, es la hirsuta mansedumbre de la derecha, como si esperara que algún día los mismos sicarios pudieran robar para ella otras pruebas inculpadoras.
Delante de los gestos altivos, revolucionarios y delincuentes de la izquierda española, se alza la mirada baja, huidiza y cómplice de la caverna antañona, carcamal y cobarde de esta derecha nuestra, remisa en apresar con agallas la nada que le rodea, y a la que sólo se le da bien subir los impuestos hasta lo imposible, al tiempo que permite el vandalismo de Estado, la impunidad de los políticos mafiosos y hasta la vulgaridad inercial de la tropa nacionalista. Y los españoles, entre tanto, a la sombra nocturna de la miseria, mirando con ojos de luna llena. ¿Acaso no nos marchitamos a fuego lento?
antoniociv
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