CARTAS A DORA MALENGO
MADRID, VIERNES, 17 DE
NOVIEMBRE DEL 2012
QUERIDA DORA: ayer te busqué desesperado
entre los maniquíes habladores de la exposición que se celebra en la fundación
Mapfre sobre la obra de Jean Paul Gautier. No te encontré, claro está, pero sí
te digo que los maravillosos modelos de este modisto genial te habrían sentado como
a la divinidad que eres. Te extrañará que escriba de alta costura, un tema casi
exclusivo de gays y mujeres, sin embargo hace tiempo que he reconocido en estos
diseñadores de moda femenina la vena inconfundible del arte. Incluso te diré
que los vestidos que más me gustaron fueron aquellos que jamás podrían ser
llevados en público por una mujer. Es decir, los más raros y creativos. Desde
luego, el modelo que más me gustó fue uno confeccionado a base de abanicos
antiguos. Naturalmente, también me impresionaron todos esos corsés que han
hecho tan famoso a Gautier, todos ellos de un erotismo terriblemente
inquietante, sin hablar de ese barroquismo “belle epoque” que los vuelve tan
lejanos e inaccesibles. No me extraña que sea Madonna la principal consumidora
de estas prendas. Claro que, desde mi punto de vista, tanto Nicole Kidman como
a tí, mi querida Dora, seríais dos maniquíes ideales, con esa arrogancia
vuestra tan sabia y mandona, para lucir como nadie tales joyas. Desde luego,
estoy seguro de que os envolverían como en un halo de escurridiza sensualidad.
Luego decidí entrar en la exposición de retratos abierta en
el piso de abajo. ¡Otra maravilla! Así pude contemplar retratos pintados por
Modigliani, Picasso, Bacon, Gino Severini, Magritte, en fin, de una serie de
pintores geniales de los siglos XIX y XX.
Sobre todo me emocionó el candor reflejado en el rostro de madame Dédie,
una de las modelos preferidas de Modigliani. Claro que también me entusiasmaron
los dos Picasso y, sobre todo, un retrato delicioso de Avigdor Arikha, un
pintor rumano cuya técnica originalísima consistía en pintar directamente, es
decir, sin un dibujo previo.
Después tomé un café en el Gijón y, tras acicalarme como un
novio enamorado, salí a cenar con unos amigos a una taberna de la calle
Galileo. El bacalao al pilpil., uno de mis platos preferidos, me pareció
soberbio, con su salsa armónicamente emulsionada, como mandan los cánones de la
gran cocina vasca. De postre tomé unos “creppes suzettes” acompañados de una copita
de oporto. Prometo que el día que te decidas a dar señales de vida, te invitaré
a que pruebes este postre tan suculento y digno de ti. Mientras tanto, recibe
mi lealtad incondicional y una cascada de besos incontrolados. Tuyo para
siempre. Antonio
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