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21 de noviembre de 2012

JEAN PAUL GAULTIER



CARTAS A DORA MALENGO
MADRID, VIERNES, 17 DE NOVIEMBRE DEL 2012

QUERIDA DORA: ayer te busqué desesperado entre los maniquíes habladores de la exposición que se celebra en la fundación Mapfre sobre la obra de Jean Paul Gautier. No te encontré, claro está, pero sí te digo que los maravillosos modelos de este modisto genial te habrían sentado como a la divinidad que eres. Te extrañará que escriba de alta costura, un tema casi exclusivo de gays y mujeres, sin embargo hace tiempo que he reconocido en estos diseñadores de moda femenina la vena inconfundible del arte. Incluso te diré que los vestidos que más me gustaron fueron aquellos que jamás podrían ser llevados en público por una mujer. Es decir, los más raros y creativos. Desde luego, el modelo que más me gustó fue uno confeccionado a base de abanicos antiguos. Naturalmente, también me impresionaron todos esos corsés que han hecho tan famoso a Gautier, todos ellos de un erotismo terriblemente inquietante, sin hablar de ese barroquismo “belle epoque” que los vuelve tan lejanos e inaccesibles. No me extraña que sea Madonna la principal consumidora de estas prendas. Claro que, desde mi punto de vista, tanto Nicole Kidman como a tí, mi querida Dora, seríais dos maniquíes ideales, con esa arrogancia vuestra tan sabia y mandona, para lucir como nadie tales joyas. Desde luego, estoy seguro de que os envolverían como en un halo de escurridiza sensualidad.
         Luego decidí entrar en la exposición de retratos abierta en el piso de abajo. ¡Otra maravilla! Así pude contemplar retratos pintados por Modigliani, Picasso, Bacon, Gino Severini, Magritte, en fin, de una serie de pintores geniales de los siglos XIX y XX.  Sobre todo me emocionó el candor reflejado en el rostro de madame Dédie, una de las modelos preferidas de Modigliani. Claro que también me entusiasmaron los dos Picasso y, sobre todo, un retrato delicioso de Avigdor Arikha, un pintor rumano cuya técnica originalísima consistía en pintar directamente, es decir, sin un dibujo previo.
         Después tomé un café en el Gijón y, tras acicalarme como un novio enamorado, salí a cenar con unos amigos a una taberna de la calle Galileo. El bacalao al pilpil., uno de mis platos preferidos, me pareció soberbio, con su salsa armónicamente emulsionada, como mandan los cánones de la gran cocina vasca. De postre tomé unos “creppes suzettes” acompañados de una copita de oporto. Prometo que el día que te decidas a dar señales de vida, te invitaré a que pruebes este postre tan suculento y digno de ti. Mientras tanto, recibe mi lealtad incondicional y una cascada de besos incontrolados. Tuyo para siempre. Antonio 

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