LA CABRA DE CHAGALL
La cabra de Chagall siempre tira al monte. Lo digo porque acabo de llegar de la exposición organizada por el Thyssen sobre este magnífico pintor bielorruso, afrancesado después, como don Goya y Lucientes. Pues bien, en casi todas sus pinturas aparece la dichosa cabra, altisidórica, como si nunca hubiera roto un plato. ¿Será esta cabra la ninfa Amaltea que amamantó a Zeus?
Los socialistas son como la cabra de Chagall. Quiero decir que están en todas las algaradas callejeras. Si la otra noche, en la Puerta del Sol, la policía hubiera hecho una redada, los detenidos sólo serían prostitutas y socialistas numerarios. Uno estaba en que la rebelión de las masas sería algo más que incendiar contenedores, y luego tomarse unas cervezas y a vivir, como eructó ese aristócrata del desatino sindical. La izquierda siempre tan populachera. Mientras tanto, el marxista Roures se encontraba de viaje por California para asistir a la ceremonia de los Oscar. Por cierto, la mamá de Bardem, ¿dónde estaba este año? ¿En algún sarao guerracivilista? ¡Qué señora tan trabucaire! Con lo bien que daba ella en el “landismo” cinematográfico de los sesenta.
En mi opinión, la izquierda española se divide, por un lado, en la izquierda exquisita y millonaria de Roures, Cebrián, Pepiño, Roldán, Garzón, Bono, Gabilondo y toda la Junta de Andalucía, entre otros fúcares. Y luego, por otro lado, tenemos a la izquierda callejera, saltimbanqui ella, amiga de folliscas y de filfas y, sobre todo, de ese horterismo glaxofonado y violento con el que incendian las calles y la vida de los ciudadanos pacíficos.
¿Es que los socialistas sólo pueden elegir entre la desmesura y la mezquindad? Primero llegan al poder gracias al titadine de los trenes, ¿quién perpetró la masacre?, misterio, misterio, un cura en adulterio; luego se gastan alegremente en cheques-bebés el superávit ahorrado por el PP y, cuando llega la crisis, la niegan y siguen despilfarrando a manos llenas el dinero que ya no hay. Es decir, los socialistas, velis nolis, han empujado al país hasta el fondo del precipicio, y ahora, en la oposición, salen a la calle para boicotear las medidas, terribles y dolorosas, que por su desvergüenza ha de tomar el nuevo Gobierno.
Díganme ustedes, mis queridos lectores, si se les pude llamar otra cosa menos grave que facinerosos. Pues bien, estos facinerosos no sólo arrasan ahora la calle, asustando a mujeres y niños, sino que todavía ocupan la televisión pública, desde donde justifican sus tropelías. Y de esta desvergüenza, naturalmente, tiene la culpa el Gobierno entrante. Lo dijimos hace un par de semanas. De qué le sirve al señor Rajoy cambiar los mandos de TVE en el mes de junio, si es en este primer semestre del año, precisamente, cuando España se juega su prestigio, y el PP su razón de ser, las elecciones andaluzas y todo lo que ustedes quieran añadir.
Por otra parte, hay que ver lo orgullosa que sube al estrado esa tal Elena Valenciano para justificar la algarada callejera. Y es que esta chica aparece en todas las pantallas, como la cabra de Chagall. Porque si la Pajín es la loba, como cantamos la semana pasada, la Valenciano es la cabra. En realidad, la cabra debería anunciar que el paraíso socialista que se inauguró en 2004 se ha convertido, por arte de sortilegio, en espanto. Hasta la mirada sarcástica de doña Elena me parece ya corroída por el humo de las bengalas. Luego dirá ella que no le seduce la violencia. No la crean. Lo digo por su amplia sonrisa al hablar de las razones de “la calle” para elegir la algarada incendiaria como vehículo de expresión. Decía Nietzsche que si se lucha en la vida es sólo por el poder. Pero mal camino ha elegido la cabra.
3 de marzo de 2012
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