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10 de marzo de 2012

LOS OJOS DE LAURA

Cualquier brisa de marzo compone un ángel con el tropel de flores que se lleva. Pero no en Andalucía, mi querida Andalucía, donde los vientos sólo esparcen el hedor putrefacto de sus gobernantes. Lo dijimos hace mucho tiempo. La Junta de Andalucía es la cueva de Alí Babá y sus cuatrocientos ladrones. Aunque, bien mirado, no haría falta acudir a desiertos tan lejanos, como dijo Aznar en el caso del 11M, para metaforizar el latrocinio de Griñán, Chaves y los suyos. Tan sólo con acudir a la mitología de Sierra Morena y sus bandoleros de Cifesa y sus algarrobos y demás tempranillos, creo que daría el suficiente colorido como para pintar el panorama actual del socialismo andaluz: un atajo de sinvergüenzas descontrolados por la codicia, el dinero público, el poder mafioso y la connivencia de unos votantes acolchados entre el analfabetismo y la limosna dominguera del PER. Andalucía necesita limpiar con urgencia los establos socialistas, igual que Hércules limpió, en uno de sus famosos trabajos, los del rey Augías, desviando para ello el curso de un río. Claro que, en este caso, el Guadalquivir y todos sus afluentes no acumulan suficiente caudal como para arrastrar la incalculable inmundicia de sus instituciones. Tal vez ustedes, mis queridos lectores, piensen que hoy he amanecido un tanto levantisco, pero sospecho que aún no sabemos la verdadera dimensión del agujero negro socavado por el PSOE en estos treinta años de virreinato andaluz.
Y como en todas las películas de policías y ladrones, naturalmente, tiene que haber una mujer fatal. Pero advierto que las mujeres fatales siempre tendrán un lugar especial dentro de mi corazón. No lo puedo remediar. Mi debilidad por ellas me viene desde la niñez. La culpa no la tiene, como en el caso de Woody Allen, la madrastra de Blancanieves, sino Jean Simmons en “Cara de Ángel”. Claro que después de unos años la abandoné por la Jessica Lange de “El cartero siempre llama dos veces”. La verdad es que siempre fui muy veleta en asuntos de amoríos cinematográficos. A estas alturas, por ejemplo, aún estoy como aletargado por Sharon Stone y su maldad trascendente, ambigua y azufrada de “Instinto básico”. Pues bien, en el caso de esa película andaluza titulada “Invertaria”, la mujer fatal se llama Laura Gómiz, un personaje lleno de desparpajo léxico, y unos ojos entre un cielo a punto de estallar y las hojas de un emparrado recién llovido. Incluso atesoran esa inquietud misteriosa gracias a un ligero y romántico estrabismo. El estrabismo, si es casi imperceptible, resalta aún más el brillo de la mirada. Y no digamos el misterio. El estrabismo de la mujer fatal, obligatorio en mi opinión, es la razón de que el sentenciado presienta en cierto momento que su final está cerca. Para mí que la sentencia fatal ya la ha debido de ver el amigo Griñán en los ojos de su subordinada. Laura Gómiz es la “femme fatale” de la Junta de Andalucía. Reconozco que al diablo entregaría el hato y el garabato por presenciar el interrogatorio a que será sometida por el juez. ¿Se atreverá ella al sugestivo juego de piernas de “Instinto básico”? Claro que las grandes preguntas, las preguntas del millón de dólares, son muy distintas. Por ejemplo: ¿cómo seguir siendo demócrata si los socialistas vuelven a conseguir el poder en Andalucía? ¿Cómo creer en la democracia si Laura Gómiz, la mujer fatal, no consigue, mediante sus revelaciones incontestables y sus otras fosforescencias gatunas, el final del socialismo andaluz? ¿Cuánta podredumbre necesitan los andaluces para sentir el hedor de su historia reciente? Ya veremos si conseguimos las respuestas pertinentes. Lo terrible es qué hacer para aliviar la espera.

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