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31 de marzo de 2012

FRANCISCO UMBRAL
DIARIO
31 DE MARZO DEL 2012

Un servidor nunca quiso conocer personalmente a Francisco Umbral. En primer lugar porque soy de los que piensan que los escritores en persona pierden mucho y luego uno se decepciona y desalienta y la ilusión que antes se tenía al leer la obra del escritor en cuestión se nos echa a perder y como que ya no es lo mismo. Además, yo a Umbral le tenía lo que se dice un poco de miedo. Para mí que era algo raro y un tanto cabrón, y cuando me dijeron que si lo quería conocer me entró así como un cierto temor y temblor y preferí dejar las cosas como estaban. Es decir, no quise conocerlo. Recuerdo que un día lo vi en el Café Gijón. Una casualidad, si bien se mira, ya que según afirmaban los del lugar hacía años que no se le veía por el café. La verdad es que estuve a punto de saludarlo, pero iba yo tan mal vestido, con un jersey tan a lo pobre, tan indigno de él y de mí, que no me atreví a mover un solo músculo. No quería que ni de manera casual advirtiera mi presencia. En cambio, él iba hecho todo un dandy, con un pañuelo al cuello y una chaqueta azul marino y lo pantalones de un gris claro euclidianamente planchados. Eso sí, no se le escapó la visual de ninguna de las ninfas que como en escorzo le entraban desde las cuatro esquinas. Y eso que en el Gijón raro es el día en que mueve el culo una jai más acá de los cincuenta. Pero se conoce que era el día de las excepciones.
No es por nada ni por presumir ni cosa parecida, pero yo es que a Umbral me lo sé de memoria. No he leído todo sus libros porque algunos dan la sensación de que se los ha tragado la tierra, pero les aseguro que más de una veintena sí que me he trasegado. Y confieso que de Umbral los que más me gustan son las autobiografías, los diarios, los artículos y aquellos en los que escribe sobre escritores en particular y literatura en general. Las novelas me gustan menos. En realidad, me gustan más bien poco. En mi opinión, Umbral no era novelista. Un defecto que, por lo general, suelen tener los escritores de raza como él. Le ocurrió a genios como Ramón, Azorín, D´Ors y pocos más del escalafón.
Y en cuanto a “Mortal y Rosa” sólo puedo decir que es el poema en prosa más sublime que jamás se haya escrito en lengua española. No me extrañó que lo celebraran hace poco en forma de lectura teatral. Me alegró ver a tantos amigos reunidos en torno a la figura del escritor. Yo, como digo, nunca fui su amigo, pero en cambio tengo la satisfacción de leerlo cada noche, antes de acostarme. Primero leo un par de poemas de un poeta cualquiera, luego, obligatoriamente, páginas y páginas de cualquier libro de Umbral. Cuando termino ese libro, tomo el siguiente de la lista. Estas últimas noches le ha tocado el turno al “Diario político y sentimental”. Ya lo tengo leído varias veces, pero no me importa, ya que siempre encuentro algo nuevo, inesperado, como si el autor lo reescribiera cada vez que vuelvo sobre sus páginas. Por ejemplo: “Cine Doré, hoy filmoteca nacional, aquel cine que parecía una desvariante de la Bauhaus, con sus letras gordas y su aspecto de gruta”. Lo descubrí anoche, sin ir más lejos. No es que Francisco Umbral sea el mejor escritor español de todos los tiempos, nunca se me ocurriría afirmar tal cosa, pero sí que es el escritor por antonomasia, la figura del escritor, el arquetipo, la idea, la cosa en sí del escritor. Salvo Umbral y Ruano, muy pocos españoles merecen este título. Hay quienes escriben novelas maravillosas, artículos impregnados de sabiduría, ensayos rebosantes de ideas innovadoras, dramas de éxito multitudinario, pero nunca serán llamados escritores. Quiero decir que el titulo de escritor no es para todo el que escribe, sino tan sólo para que el que lleva la aureola sobre su cabeza, como si fuera un santo, un elegido de los dioses. El título de escritor, en consecuencia, es algo metafísico, numinoso, como perteneciente a otro mundo. No obstante, sentiría mucho que me malinterpretaran. O sea.

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