Uno se pregunta si la
concejala de Los Yébenes, doña Olvido Hormigos, encontraría los caminos del
placer solitario gracias a las investigaciones “clitorianas” de la Bibi. ¿Se
acuerdan? Veinte mil del ala. Digo yo que como ambas son del mismo partido es
posible que se pasen la chuleta la una a la otra. ¿Tendrá la Valenciano las
mismas aficiones científicas que la manchega? Si don Miguel de Unamuno
levantara la cabeza y comprobara que las españolas son ahora las que inventan,
volvería a sentir el crujido de sus zapatones de regreso a la tumba. O sea que
desde don Quijote y su Aldonza, la Mancha ha sido una región de molinos de
viento y de novicias en plena vorágine, con el taller patrio en plena
efervescencia y producción.
Toda
ciudad española de siempre ha tenido tres zonas de privilegio: judería,
aristocracia y el barrio chino. Ahora parece que también los ayuntamientos
quieren formar parte de la troika en mor del entretenimiento de internautas y
otras especies en plena floración. Me refiero a que las investigaciones de la
Bibi, aquella ministra de miembros y miembras, como digo han dado sus frutos y,
por lo que se ve, ya empiezan las concejalías, antes del despiece de Rajoy, a
suspirar públicamente en improvisadas alcobas municipales. Y yo estoy de
acuerdo en la iniciativa. La verdad es que de siempre me ha gustado solazarme
abandonándome a la voluntad de mis dioptrías, así que espero que cunda el
ejemplo de la manchega y nuestras edilas sigan dando rienda suelta a sus vicios
de tocador, tal como diría el divino marqués.
No
todas las noticias van a ser sinsabores económicos, como si en el cielo no
hubiera otras promesas que una luna fría y un tropel de fantasmas vagabundos,
todos negrísimos y sin ninguna elocuencia soñadora. Por eso les digo que me
gusta esa señora de grandes dedos rosados, como la gran diosa Atenea, doña
Olvido, monísima en su ardentía venusina, aunque se le note en el gesto un
triste deseo de hombres muertos. En mi opinión, doña Olvido dispone de una cara
guapa, con las grandes monedas de la vida tintineándole en los ojos,
brillándole como en una confusión de cristales rotos al sol. Para mí, doña
Olvido, no es el placer soez de los gozos soeces, como maliciosamente han
pensado alguno de sus paisanos, sino ese aroma dulce que recuerda al mosto de
las manzanas. Y he de reconocer, ¡maldita sea!, que contemplar ese vídeo me ha
convulsionado el ánimo hasta la más excelsa de las utopías; incluso ha
conseguido de mí algunos temblores nerviosos más cerca de la fibrilación
ventricular que de la exaltación virilicosa (acéptese la palabra). Pues sí,
amigos míos, a mí doña Olvido me ha congestionado la sangre hasta invalidarme
para el entusiasmo. Parece una contradicción, pero los que tengan mi edad
sabrán de sobra en qué consisten ciertas parálisis sin explicación alguna y
como de colegial vapuleado.
Por cierto, alguien debería enseñarle el vídeo a la Merkel,
ahora que esta señora anda de turismo por tierra española, ya que se llevaría
una magnífica impresión al comprobar el bajo presupuesto municipal destinado a
la exaltación científica de las zonas erógenas femeninas, desvanecidas hasta
ahora por la magnitud interestelar de la prima de riesgo. La señora Merkel
debería saber que si los españoles padecemos de incontinencia monetaria, esa
espada clavada entre el cielo y los presupuestos, las mujeres de nuestra
política saben paliar semejante defecto con dulces caricias que oscilan entre
el furor uterino y el teléfono móvil. Doña Olvido, como un relámpago de gloria,
nos ha enseñado, gracias a su impío torbellino digital, que la crisis no es
sólo cuestión de dinero, sino que también es un asunto de suspiros y finos encajes
con facciones humanas. ¡Ay, doña Olvido, tan líricamente obscena!
No hay comentarios:
Publicar un comentario