Al Partido Popular le crecen
los enanos de la impotencia. Después del asunto bochornoso y lamentable de
Bolinaga, que no tiene otra causa que el miedo a un nuevo atentado de Eta y sus
consecuencias electorales, aparece doña Esperanza Aguirre, empenachada de
metáforas, y atiza un portazo monumental en las narices blandilebles de Rajoy.
En mi opinión, esta huida de la presidenta de la Comunidad de Madrid se podría
homologar, simbólicamente, al éxodo que muchos votantes del Partido Popular
hemos comenzado hacia la papeleta en blanco, la abstención o la indiferencia
política más absoluta. No en vano, la mayoría de nuestros ideales han dimitido
al unísono con la desesperanzada presidenta de Madrid, una liberal que no cree
en la subida de impuestos como panacea para el aumento de los ingresos públicos,
y la única de su partido que cree en un sincero adelgazamiento de la administración
autonómica, incluso estoy seguro de que hubiera sacrificado cada una de las
competencias de su comunidad en pro de un Estado central más fuerte y, sobre
todo, más ágil y barato.
Curiosamente,
al señor Rajoy no se le cae del discurso otro quirie que no sea el cumplimiento de las leyes. Pero,
precisamente, con la ley en la mano, más el informe del forense, más las
conclusiones del Fiscal General del Estado y el deseo de millones de españoles,
podría haber mantenido a Bolinaga en la cárcel. Sin embargo, para el señor
Rajoy, la ley sólo es una excusa para salvaguardar los intereses electorales de
su partido. Porque no me dirán ustedes que las inminentes elecciones en el País
Vasco no han tenido que ver en su decisión de soltar al preso, además de
desactivar cualquier conato que provoque la fetidez asesina de los terroristas.
Ya saben ustedes que los partidos políticos anteponen sus intereses
a los de la nación que gobiernan. No hay que estimular demasiado a la
inteligencia para percatarse de una obviedad así, tan tozuda como los cascos de
una mula sobre el pavimento. Y el Partido Popular, por desgracia, no es la
excepción de la regla. Recuerden que los últimos Presupuestos no salieron a la
luz hasta después de las elecciones andaluzas. Y, por lo que se intuye, pretenden
esperar a que pasen las elecciones vascas y gallegas para pedir el famoso rescate.
Un rescate, por desgracia, algo más que necesario y ventajoso para nuestro
país, ya que necesitamos dinero en abundancia y a bajo coste. Al fin y al cabo,
es lo que llevamos exigiendo al BCE desde los tiempos de la Chelito y su pulga
alborotada. Sin embargo, estos chicos de la derecha no se atreven a ponerse en
la mesa petitoria, como marquesonas de otro tiempo, porque saben que la
oposición lo va a utilizar como arma arrojadiza en ambos procesos electorales. De
modo que ahí tienen ustedes a todos los partidos políticos, tanto el apoltronado
en el Gobierno como esa brumosa grey que pastorea Rubalcaba, haciendo
prevalecer sus estrategias sobre los intereses de todos los españoles. Lógicamente,
cuanto más tiempo tardemos en pedir los créditos que nos ha ofrecido el BCE,
más intereses tendremos que pagar en el mercado normal de deuda. Si no se
solicita ese dinero inmediatamente no es porque haya que estudiar el pliego de
condiciones, como dice Rajoy, sino por la factura en votos que se tendrá que
pagar en las urnas. Y es que el Gobierno tiene miedo y además no sabe explicarse
y, enfermizamente, parece como si percibiera el latido convulso de la luna ante
la demagogia barata de la izquierda. Rajoy era un buen parlamentario cuando
galleaba en la oposición, pero como gobernante, desde luego, no es tan
“flamboyant” como anunciaban sus maneras. Al menos, le ha dado calabazas al
supermán de las Ramblas. Hasta la Diada que viene.
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