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16 de septiembre de 2012

ABURRIMIENTO



CARTAS A DORA MALENGO
14 DE SEPTIEMBRE DEL 2012

QUERIDA DORA: la tranquilidad, algunas veces, se comporta como una sucesión de infinitos sustancialmente agotadores. La razón es que se suele confundir la tranquilidad con el aburrimiento. Y es lo que me ocurre desde que he llegado a Marbella. Estoy aburrido y nada de lo que emprendo para remediarlo me entretiene. Nada me llena. Escribo por escribir y leo por leer. Pero esa emoción, esa embriaguez de la que hablaba Baudelaire, ha huido de mí como de un apestoso. Creo que sin querer he perdido el hilo de Ariadna y no encuentro la salida del laberinto. E incluso es posible que me falte humildad para aceptar que la vida no es todo lo sustanciosa que uno desearía o que mi insistencia por devorar ciertas alternativas no es el camino correcto. El caso es que el tedio me carcome y nada me conforta ni me anima y , como te digo, hasta la lectura, otrora el pilar de mis largas tardes de soledad, consigue de mí ese estado numinoso que siempre había logrado.
Para colmo, busco desesperadamente entre las páginas de las revistas del corazón alguna imagen tuya que me consuele. ¿Dónde estás Dora Malengo? Has desparecido como tantas veces en nuestra ya larga vida de huidas y separaciones. ¿No tendrás otro marido que te acorrale y te ocluya la válvula liberadora incluso de los pensamientos más secretos? Esos pensamientos inconfesables que te acercan a mí como si fueran larguísimos catalejos  de viejos piratas. 
Así que de repente he vuelto la mirada hacia la poesía. He escudriñado entre mis libros de por aquí y he encontrado una antología de poemas de Vicente Aleixandre. Es por ahora la única letra que soporto y  compruebo agradecido que me ablanda la espera. Lo demás me parece trivial y falto de cualquier tipo de interés. Es de esperar que esta catalepsia mental, supongo que también habría que incluir a los sentidos, no dure demasiadas lunas.
Curiosamente, comenta Aleixandre en uno de su versos que “mis sienes plateadas dicen quizá de vigilias ardidas”. ¡Vigilias ardidas! ¿Es que acaso no eres tú, Dora Malengo, la vigilia más ardida de todas mis vigilias? Pero mira lo que el poeta también dice de ti, al menos es lo que a mí me hace soñar cuando te pienso: “La piernecilla sube todo grosor y espuma rumbo a un cielo”. Sólo este verso me hace temblar de amor y deseo y también de una rabia que por fin me anima y me eleva por encima de la calma terrorífica que tiene asolada mi alma. Sólo la rabia de no tenerte me da fuerzas para cambiar al menos el tono melancólico de los suspiros. Porque no todas las melancolías son iguales ni suenan igual y, mucho menos, la melancolía que viene de tu ausencia. “¿Hacia qué lutos o desordenes se hunden ciegas abajo esas manos abandonadas?”, vuelve a decir el poeta. ¿Es que no te das cuenta, amor mío, del estado en que me deja tu recuerdo? Tuyo para siempre. Antonio. 

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