CARTAS A DORA MALENGO
14 DE SEPTIEMBRE DEL 2012
QUERIDA DORA: la
tranquilidad, algunas veces, se comporta como una sucesión de infinitos sustancialmente
agotadores. La razón es que se suele confundir la tranquilidad con el
aburrimiento. Y es lo que me ocurre desde que he llegado a Marbella. Estoy
aburrido y nada de lo que emprendo para remediarlo me entretiene. Nada me
llena. Escribo por escribir y leo por leer. Pero esa emoción, esa embriaguez de
la que hablaba Baudelaire, ha huido de mí como de un apestoso. Creo que sin
querer he perdido el hilo de Ariadna y no encuentro la salida del laberinto. E
incluso es posible que me falte humildad para aceptar que la vida no es todo lo
sustanciosa que uno desearía o que mi insistencia por devorar ciertas
alternativas no es el camino correcto. El caso es que el tedio me carcome y
nada me conforta ni me anima y , como te digo, hasta la lectura, otrora el
pilar de mis largas tardes de soledad, consigue de mí ese estado numinoso que
siempre había logrado.
Para
colmo, busco desesperadamente entre las páginas de las revistas del corazón
alguna imagen tuya que me consuele. ¿Dónde estás Dora Malengo? Has desparecido
como tantas veces en nuestra ya larga vida de huidas y separaciones. ¿No tendrás
otro marido que te acorrale y te ocluya la válvula liberadora incluso de los pensamientos
más secretos? Esos pensamientos inconfesables que te acercan a mí como si
fueran larguísimos catalejos de viejos
piratas.
Así
que de repente he vuelto la mirada hacia la poesía. He escudriñado entre mis
libros de por aquí y he encontrado una antología de poemas de Vicente
Aleixandre. Es por ahora la única letra que soporto y compruebo agradecido que me ablanda la espera.
Lo demás me parece trivial y falto de cualquier tipo de interés. Es de esperar
que esta catalepsia mental, supongo que también habría que incluir a los
sentidos, no dure demasiadas lunas.
Curiosamente,
comenta Aleixandre en uno de su versos que “mis sienes plateadas dicen quizá de
vigilias ardidas”. ¡Vigilias ardidas! ¿Es que acaso no eres tú, Dora Malengo,
la vigilia más ardida de todas mis vigilias? Pero mira lo que el poeta también
dice de ti, al menos es lo que a mí me hace soñar cuando te pienso: “La
piernecilla sube todo grosor y espuma rumbo a un cielo”. Sólo este verso me
hace temblar de amor y deseo y también de una rabia que por fin me anima y me
eleva por encima de la calma terrorífica que tiene asolada mi alma. Sólo la
rabia de no tenerte me da fuerzas para cambiar al menos el tono melancólico de
los suspiros. Porque no todas las melancolías son iguales ni suenan igual y,
mucho menos, la melancolía que viene de tu ausencia. “¿Hacia qué lutos o
desordenes se hunden ciegas abajo esas manos abandonadas?”, vuelve a decir el
poeta. ¿Es que no te das cuenta, amor mío, del estado en que me deja tu
recuerdo? Tuyo para siempre. Antonio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario