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2 de julio de 2014

POP ART EN EL THYSSEN



San Marcial, 1 de julio del 2014
DIARIO

No quería perderme la exposición de Pop Art en el museo Thyssen y el martes pasado envolví una muda y salí duchado y provinciano para Madrid. A veces, cuando estoy empachado por la sopa de letras, pues eso, que me viene bien cierto vagabundeo por otros ruidos artísticos, y la pintura y la escultura son dos de mis más ruidosas distracciones. Y dentro de la pintura no es que no me interese la pintura clásica: Velázquez, El Greco,  Tiziano, Caravaggio y todo eso, claro que me interesa, pero de toda la vida han sido las Vanguardias del siglo XX lo que más me ha emocionado.
El Pop Art resulta que es pura imaginación y la imaginación es un valor que va más allá de la perfección artesanal, que es a veces en lo que se convierte la pintura cuando queremos que se parezca en todos sus detalles a la realidad. Y la realidad para el Pop Art, la realidad que le sirve para construir pieza a pieza su esqueleto, la crema pastelera de la que se alimentan sus células más voraces, resulta que es, mira por donde, cualquier clase de manifestación de la cultura moderna. Me refiero, por ejemplo, a la publicidad, a los comics, al erotismo puramente de barrio, al propio cine y a la televisión. Incluso, también, el Pop Art puede fagocitar y hacer suyo con avidez todo tipo de obra de arte del pasado más clásico.
Curiosamente, tanto los partidarios como sus detractores vieron en todo este movimiento algo así como la muerte definitiva del arte, con Andy Warhol a la cabeza del clan ejecutor y como gran hierofante en las exequias de la cosa. Sin embargo, más que una muerte resultó ser todo lo contrario, es decir, una resurrección transformadora y de gran vivacidad.
El Pop Art lejos de acabar con todo lo anterior es una vuelta, aunque pueda resultar contradictorio, a la tradición artística, si bien en plan transformador y con fuertes visos de revisionismo y, sobre todo, con un más que evidente sentido del humor y fina ironía. El humor en el arte moderno, como ya saben, fue cosa de Marcel Duchamp, seguido después por la gran mayoría de los artistas pop, muy cachondos todos ellos a la hora de imaginar y reinventarlo todo, desde la sopa Brillo hasta el ketchup de las hamburguesas y la camisa abierta de James Dean.
Vean, por ejemplo, la fotografía escogida para presidir el diario de esta semana. Se titula “Silla” y es una obra de Allen Jones, muy práctica para tenerla en el salón pueblerino de recibir a las visitas y luego ver los partidos del Mundial con cierta comodidad de pelvis y otros pruritos inconfesables si la cosa se pone aburrida como suele pasar.
        







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