Miércoles, 13 de noviembre
del 2013
Toda una mañana de trabajo.
Por la tarde, nada más comer,
hora y media de paseo. Después, una tabla de gimnasia, ducha, afeitado y otra
vez al tajo.
A las ocho, me monto en el
coche y me voy hasta El Corte Inglés de Puerto Banús, ya que me avisaron por
teléfono de que había llegado mi encargo, una película en DVD: “El año
pasado en Marienbad”, de Alain Resnais.
No sé por qué razón, pero uno
siempre ha estado enamorado de los balnearios barrocos y de Delphine Seiryg,
una actriz de cine francesa, aunque nacida en el Líbano. De ella me enamoré después
de verla en “Besos robados”, aquella película de François Truffaut en que Delphine
se apiada de Jean Pierre Léaud y le regala una milagrosa tarde de cama.
Delphine, como ya saben, también es la actriz
principal de la película de Resnais, pero he de reconocer que está mucho mejor,
física y espiritualmente hablando, en la de Truffaut, a pesar de que en ésta ya
tiene siete años más, o sea, treinta y seis. Pero treinta y seis años
esplendorosos. Y también he decir que Delphine me gusta más de rubia, aunque sea de
bote, que de morena. Ya sé que ahora tiene que andar por la friolera de los
ochenta años, tal vez alguno más, pero no es difícil de imaginar que será una
viejecita encantadora.
Antes de acostarme, leo unas páginas
del guarro de Bukowski, pero a pesar de los pesares admito que este cabrón tiene algo
especial y salvaje, una fuerza y un ritmo que suelo echar en falta en algunos de
los escritores de hoy y de ayer. Pongan ustedes los nombres que se le
antojen.
Me hago la promesa de salir
mañana a buscar por las librerías la novela póstuma de Cabrera Infante. Me han
dicho que se titula algo así como “Mapa dibujado por un espía”.
Sobre la una de la madrugada, en honor del escritor cubano, escucho la “Pavana para una infanta difunta”, de Ravel. Después, me voy derechito a la cama. El bolero lo dejo para mejor ocasión. Ya me entienden.
Sobre la una de la madrugada, en honor del escritor cubano, escucho la “Pavana para una infanta difunta”, de Ravel. Después, me voy derechito a la cama. El bolero lo dejo para mejor ocasión. Ya me entienden.
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