UNA VUELTA A LAS LEANDRAS
Hoy no me dejan escribir sobre la música de los candidatos. Dicen que mañana hay elecciones y temen que una metáfora encendida pueda volcar la voluntad del censo hacia el lado más peligroso de la terna. ¿Se acuerdan ustedes de la terna? Un plan quinquenal y todos por la misma senda. Me refiero, claro, a la senda del perdedor. Porque mañana, gane quien gane, los perdedores seremos nosotros. Es decir, los de siempre. En realidad, todos somos víctimas de la estrategia irónica que utilizan los políticos para seducir a las masas. ¿No se han preguntado por qué alguien mataría por gobernar aunque no haya un penique en la caja de los presupuestos? ¿No les espera el fracaso más atronador como regalo navideño? La cuenta sin un duro, los bancos arruinados y una calle caliente llena de okupas y demás parias de la tierra son los mimbres del futuro más previsible de las últimas décadas.
Al final del camino, sólo la Merkel podrá traernos los regalos de Reyes en su trineo apocalíptico. ¡Una lástima que no sea Carla Bruni nuestra hada madrina! Pero así están las cosas. Y les aseguro que la Merkel nos parecerá una de esas `cocottes´ de algún café berlinés de entre guerras cuando llegue con el carrito de los dulces. ¿Quien se lo iba a decir a ella? El euro convertido en la trampa de Europa por culpa de una juerga sureña. No me extraña que los alemanes se suban por las paredes al verse frenados y empobrecidos por un jardín de “latin lovers” en plan Berlusconi y sus falsas colegialas de tarifa y bacaladera.
Por otra parte, reconozco que soy un nostálgico de la peseta, tan rubia ella, tan altisidórica y, sobre todo, tan nuestra, igual que la zarzuela y el gato montés. Sin embargo, hay quien se empecina en adorar al euro como al becerro de oro y les aseguro que dentro del euro no hay ni agua ni azucarillos ni aguardiente. En mi opinión, no hay más tu tía que volver a los orígenes y exhumar la peseta de entre los muertos, si queremos tener alguna posibilidad de volver a los días de vino y de rosas, como en el misterioso poema de Dowson. De otro modo dependeríamos del vértigo de los acontecimientos y, en consecuencia, de la caritativa bondad de los desconocidos. A no ser que nos hayamos convertido en un país de pedigüeños, okupas y otros elegantes de la Puerta del Sol.
Mucho me temo, amigos míos, que para salir de este butrón económico y social haya que volver a la vieja maña franquista de vender sangrías y paellas en este gran chiringuito nacional que es España. Más que ir a votar mañana, hay que desempolvar a Fraga y bañarlo de nuevo en la playa radioactiva de Palomares para que rejuvenezca por la acción vivificadora de esos neutrinos que corren tanto. Porque nadie como Fraga para que España vuelva a oler a bocadillo de calamares, sardinas asadas y cocido de tres vuelcos. Con toda seguridad, lo primero que haría don Manuel sería mandar a sus huestes follanderas a dejar bien alto el pabellón español y chulearles los `travellers´ a las americanas ricas y verriondas. Los españoles tenemos que salvar España a punta de berolo, como antiguamente hicieron nuestros padres y abuelos. El macho ibérico tiene que recuperar sus principios sacrosantos de macho ibérico, a no ser, claro está, que tanta democracia le haya amariconado y su señoría no esté ya para tafetanes y meneos. Como digo, deberíamos de recuperar la peseta, la perra gorda, el relicario y la del manojo de rosas. De lo contrario, nos veremos en una plaza de Bruselas con la escalera, la trompeta y la cabra. Si es que no se ha muerto la cabra.
Antonio Civantos
(antoniocivantos.blogspot.com)
19 de noviembre de 2011
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