EL DIABLEAR DE LOS DIABLOS
Esta es la rosa de los vientos. Gira, se detiene, apunta hacia un hemisferio cuya fortuna ignoramos. ¿Sabemos acaso discernir dónde se halla la fortuna? Así empieza “Vida de una dama galante”, un extraño relato del inefable Juan Perucho, uno de los escritores españoles mas olvidados de nuestra literatura reciente. Gracias a Dios, ahora lo tenemos aquí, entre nosotros, en Messolonghi, la ciudad de los muertos. Todas las tardes viene Perucho al café para asistir a la tertulia de Borges, su amigo del alma, y al que tanto trató de imitar en vida. Pero yo no quiero hablar de mitos literarios, sino de la Rosa de los Vientos o de la Rueda de la Fortuna, tan desfavorable para nuestros intereses. Quiero decir que tenemos el viento de proa y el camino ya se nos hace largo, cansino y lleno de peligros, igual que el regreso de Ulises a Ítaca.
Para empezar, el día 20 de este mes de noviembre, cegaremos a Polifemo, el monstruo de un sólo ojo (el ojo de SITEL) y de los infinitos dosieres y chivatazos. La verdad es que Polifemo tiene su gracia, por qué no; eso sí, siempre y cuando no salga de la cueva para debatir en televisión. Hay personajes que funcionan a pleno rendimiento sólo cuando trabajan en la oscuridad del subsuelo. A la luz del día se les transparentan las intrigas, las falsas mochilas y los micrófonos de confesionario. Como ya habrán adivinado, me refiero, claro está, al tortuoso Rubalcaba (si le das la espalda te la clava) y, sobre todo, a su fama de cotilla social y a su voraz apetito de faisanes soplones. Precisamente, creo que Juan Perucho, en el libro de cocina que escribió con el doctor Castroviejo, nos ofrece una suculenta receta del “paté de faisán”, que es el paté preferido de los etarras a la hora de la merienda. Naturalmente, estos chicos lo acompañan con un champán rosé que les manda Rubalcaba de parte de Zapatero, Camacho, Pompidú y los garzones de turno.
Como es natural, antes de escribir sobre Rubalcaba y su guardia pretoriana, he tomado mis cautelas. No en vano a los diablos les molesta un imperio que les vengan con literaturas. De modo que me he leído a conciencia el “Libro del papa Honorio”, que trata acerca de las precauciones que hay que tomar antes de convocarlos o escribir acerca de cualquiera de ellos. Nos dice Honorio, por ejemplo, que no se puede escribir sobre ningún demonio sin antes protegerse trazando un círculo a nuestro alrededor. Ya saben ustedes que al mago Belarmino de Arriaza se le dobló la columna vertebral como consecuencia de un mal encantamiento. Dios me libre de una cosa parecida. No lo divulguen ustedes, pero he descubierto que Rubalcaba es el representante en España del brujo Pinel, es decir, un diablo de baja estofa que vivió en París hace más de un siglo y que todavía menea la cola, según dicen, como barquero de etarras entre San Sebastián y San Juan de Luz.
Sin ir más lejos, la otra noche, en el debate de televisión, se le vio a Rajoy como paralizado de lengua por culpa del pupilazo ultravioleta de su adversario. Acuérdense de que la mirada de Rubalcaba era paralizante, mefistofélica y en plan de querer electrificar a su oponente, quien se quedó como alelado, preso sin duda del encantamiento diabólico. Estaba claro que Rajoy no sabía lo del círculo a su alrededor, enfrentándose a Rubalcaba sin la protección aconsejada por el papa Honorio. Encima estaba ese tipo, Campo Vidal, otro brujo, quien lleva en la nómina socialista y televisiva desde los tiempos de Estrellita Castro y su bucle melancólico. Sin embargo, arrasaremos.
Antonio Civantos
13 de noviembre de 2011
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