CARTAS A DORA MALENGO
13 DE AGOSTO DEL 2012
QUERIDA DORA: Me han dicho
que por fin se han terminado las olimpiadas. ¡Qué delicia! Lo que no entiendo
es como hay mujeres que se prestan a descomponer su cuerpo por unas medallas de
un valor más que dudoso. Lo de los hombres ya me parece más lógico porque en el
fondo son como niños. Yo recuerdo que echar carreras en el colegio nos parecía
de lo más divertido y nuestros maestros alentaban el ejercicio físico porque
decían que era bueno para la mente. Pero una cosa es el ejercicio y otra muy
distinta la competición hasta caer medio muertos por la patria y el rey. No
obstante, lo de las mujeres, como te digo, resulta de una vulgaridad
lamentable. Pero si incluso hay un deporte de lucha para que se peguen patadas entre
ellas, como si fueran reclusas luchando por un cigarrillo perdido. Y qué me
dices de esas corredoras y sus piernas llena de músculos como de alambre de
espino, con el trasero desaparecido y los pechos escasos de novicia adolescente
antes de jurar los votos. Desde mi punto de vista, la competición deportiva supone
para las mujeres la abolición completa de su femineidad. ¡ Y todo por ese afán
que muestran algunas por caer en la vulgaridad masculina! Sin embargo, hay
deportes que yo salvaría para ellas, como, por ejemplo, el tenis de faldita
corta, el voley-playa y el waterpolo (sobre todo cuando termina el partido y
salen del agua para dar saltitos de alegría). En mi opinión, estos resultan
unos deportes mucho más dignos para la condición de mujer y donde lo femenino
no sufre en exceso la merma y el menoscabo que suele padecer en otros. Y luego
están esos uniformes horteras que se han traído desde Rusia y sin amor. ¡Qué
espanto! Si parecían domadores de circo. Pero, como te digo, yo valoro el
ejercicio físico moderado a cualquier edad y condición. Es más, lo considero
absolutamente necesario. Mi querida Dora, los humanos disponemos de tres
centros vitales que hay que alimentar a diario: un centro mental, un centro
emocional y un centro físico. Nuestro equilibrio depende de que se beneficien los
tres por igual. La actividad intelectual, como tú ya sabes, alimenta el centro
mental. Por eso es tan importante leer todos los días, o estudiar matemáticas,
filosofía, ciencias, idiomas, asistir a conferencias, etc. En cambio, nuestro
centro emocional necesita otro tipo de cuidados, como visitar exposiciones de
arte, escuchar música (sobre todo música clásica), escribir, leer poesía, enamorarse,
pintar, esculpir, ver una buena película, hacer obras de caridad, disfrutar
de una buena comida (de ahí la
importancia de la gastronomía), mirar el paisaje, rezar, es decir, buscar la
belleza incluso en donde menos esperemos encontrarla. Y, obviamente, a nuestro
centro físico lo atendemos realizando actividades corporales: pasear al perrito
por la mañana, llamar por teléfono, correr, una tabla de gimnasia, hacer el
amor, etc. En cuanto a esto último del amor, debería aclarar que también se
beneficia el centro emocional, siempre y cuando los protagonistas estén
mortalmente enamorados, como tú y yo, ya que el sexo, si no lo estuviesen, se
convertiría en un puro ejercicio físico consecuente de una necesidad fisiológica.
Claro que si el amor respondiera a intereses únicamente intelectuales, aunque
no creo que esto sea posible, habría que considerar a los amantes en cuestión
como dignos aspirantes al diván de un buen psicoanalista. Ni que decir tiene
que me gustaría ejercitar mis centros al mismo tiempo que tú ejercitas los
tuyos. ¿No crees que en algún punto geométrico coincidirían nuestros intereses?
¿Piensas lo mismo que yo? Siempre tuyo. Antonio. P.D. En la fotografía estoy
con mi buen amigo Toño Pérez, el fantástico chef del restaurante Atrio de Cáceres,
en mis buenos tiempos de crítico gastronómico de La Clave.
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