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20 de julio de 2012

IVONNE DE CARLO

CARTAS A DORA MALENGO 20 DE JULIO DEL 2012 Querida Dora: Por fin sé que has vuelto de tus viajes por el mundo gracias al telegrama que me llegó el otro día un poco antes de comer. Decía así: “Dora Malengo se retira a sus cuarteles de invierno”. O sea, que en pleno verano vuelves a casa para restañar las heridas del sol, de los daiquiris bajo las sombrillas y las mil y una noches en compañía de dorados fantasmas de lujuria algo más que impaciente. ¿Hasta cuando esperará el mundo tu presencia? No es fácil imaginarte a diario luciendo tu belleza detrás de las sombras. En realidad, entre tú y yo hay como un camino horadado, no solamente de horas perdidas, sino de besos inundados de olvido y como robados por un viento misterioso y desmemoriado. Sé que no existes, Dora Malengo, que ni eres real ni siquiera estás hecha de tul ilusión, pero mis sueños no mienten y su realidad es tan real como cualquiera otra y por eso te digo que tú siempre reinas en mis sueños, como una emperatriz, con tus huesos y curvas de luna joven, tu espalda invenciblemente solemne, y tus ojos negros y brillantes como carbones encendidos. La otra noche creí verte en una película de televisión, pero era Ivonne de Carlo, uno de mis amores de infancia. A decir verdad, te veo en todas las actrices que me gustan, como si todas ellas participaran de tu belleza y quisieran atormentarme desvaneciéndose tras la pantalla, como tú te desvaneces cada mañana. Pues bien, aunque no me oigas ni me sientas ni me sufras, voy a contarte lo de esta semana. Una semana, por otro lado, bastante productiva. Primero porque he terminado la novela que escribía: “Misterio en el Museo”; y segundo porque ya tengo tema para la novela siguiente y he comenzado a documentarme. Se trata de otra autobiografía, pero esta vez sobre un personaje no muy conocido por el público. A decir verdad, yo tuve noticias de él gracias a la bibliografía que utilicé para escribir la de Hemingway. Así que he decidido utilizar todo este bagaje documental para mi nuevo proyecto. El nombre de este personaje no te lo puedo desvelar porque en el mundillo literario la rapiña habita incluso entre sus renglones y páginas. Cualquier desaprensivo te levanta la pieza sin remordimiento alguno. La Literatura también esconde sus sombras y miserias. Te sorprendería la cantidad de cieno que tapiza el fondo de este pozo. Sin embargo, mi querida Dora, como dice el profesor Trías: “la belleza es siempre un velo ordenado a través del cual debe presentirse el caos”. Por cierto, esta teoría de lo bello y lo siniestro es el trasfondo de “Misterio en el museo”, la novela que acabo de terminar. Mañana sábado saldremos para Trujillo. Estamos invitados al bautizo de las gemelas, Carlota y María, de mi sobrina María Isabel. Saldremos a las doce y media, así que llegaremos a Trujillo más o menos a las tres de la tarde. Regresaremos, Dios mediante, el domingo por la noche. Pero yo sólo ansío un beso de tus labios calientes, tan calientes como un bálsamo de aguas dormidas. ¿Soy acaso demasiado ambicioso? Tuyo… P.D. El joven de la fotografía es mi padre, Antonio Civantos Galeano, situado en la proa del “Lauria”, barco donde sirvió durante la Guerra Civil. Tenía diecisiete años y las ideas tal vez demasiado claras para su edad. La fotografía guarda relación con el artículo que acabo de mandar al periódico.

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