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13 de abril de 2012

LA MUERTE EN VENECIA
DIARIO
JUEVES, 12 DE ABRIL DEL 2012


Esta tarde han puesto por televisión, Muerte en Venecia, esa película famosísima de Visconti que es una adaptación de la novela del mismo nombre de Thomas Mann. En realidad, Visconti también se apropia de algunas ideas de otra novela del mismo autor; me refiero, como ya saben ustedes, a Doktor Faustus, donde también desarrolla el tema de la belleza y de la creación artística. Desde luego, Visconti consigue una simbiosis perfecta para su propósito, sobre todo con el fin de que el espectador contemple visualmente las ideas estéticas que desarrolla Thomas Mann en sus dos novelas.
Pues bien, desde mi punto de vista, antes de proceder al desglose racional de las ideas, deberíamos ponernos delante de la película y buscar las sensaciones que plano a plano nos van conmoviendo. En mi opinión, hay que dejarse llevar por las imágenes y, sobre todo, por la música, que tiene la misión de marcar las pautas estéticas que se van sucediendo. De esta manera deduciremos que se producen momentos tranquilos y placenteros y otros en los que nuestros sentimientos se alteran y entran como en una cesura descarnada y muy desagradable. Naturalmente, estos momentos son los mismos que vive el personaje central de la historia, el profesor Aschenbach, que sufre en su interior un profundo caos intelectual producido, a mi entender, por la extraña necesidad humana de preservar el espíritu de la contaminación de los sentidos, asociando apresuradamente el mal a la materia y el bien al espíritu.
Yo creo que sería conveniente, en primer lugar, dirimir acerca de por qué Thomas Mann elige Venecia para desarrollar el drama personal del profesor Aschembach. Habría que preguntarse ¿por qué es Venecia ese templo elegido para esperar el advenimiento, es decir, el encuentro entre el testigo y lo sagrado?, por atenernos a la terminología desarrollada por Eugenio Trías en su libro “La edad del espíritu”. En realidad, desde mi punto de vista, la ciudad de Venecia ejemplifica entre sus muros, corroídos por el salitre del mar y una terrorífica epidemia de cólera, la representación más fidedigna y dialéctica de la decadencia, una lucha en definitiva entre la belleza y la corrupción, entre la vida y la muerte. Venecia es por tanto el escenario perfecto para la representación de este drama. El drama de un hombre que ha buscado toda su vida la belleza a través del espíritu y cree encontrarla por fin entre los canales apestosos de una ciudad moribunda. El sol, escribe Thomas Mann, desvía nuestra atención de lo intelectual para dirigirla hacia lo sensual. Quiere esto decir que el alma olvida su destino verdadero para estremecerse por la contemplación de los objetos bellos que el sol ilumina. Y es ese adolescente de la película, Tadzio, el objeto bello del que se sirven los dioses para hacernos perceptible todo lo espiritual. Pero Tadzio, desde mi punto de vista, es un espejismo, una aparición demoniaca antes de la muerte, hasta me atrevería a decir que es el ángel anunciador de la muerte. El profesor Aschenbach es puramente un pensador socrático en el sentido de que él está convencido, como Sócrates, de que nadie puede alcanzar la sabiduría, la belleza, en definitiva, si el camino hacia el espíritu pasa por los sentidos. Sin embargo, el joven Tadzio es la aparición que al final convence de lo contrario al profesor, muriendo éste persuadido de que toda su vida ha estado equivocado al respecto, y que por fin la belleza le ha sido revelada en todo su esplendor.
¿Cuándo tenía razón el profesor Aschenbach?
(Continuará)

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