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15 de enero de 2012

¡MANOS ARRIBA!


Había un puticlub en mi pueblo con un letrero en la puerta que decía: ¡Se admiten fondos reservados! Ahora el puticlub ha quebrado por culpa de la crisis y porque los camioneros se han quedado sin blanca y necesitan el dinero del polvo hebdomadario para abonar, entre otras gabelas, el combustible radioactivo de los iraníes. Quiero decir que ahora el polvo lo padece la parienta en casa, pero sin quitarse ni los rulos ni la celulitis ni la mascarilla del plan Pons, belleza en siete días. Sin embargo, según me dicen, hay un puticlub sevillano que ha sobrevivido al huracán Zapatero gracias a ingresos provenientes de esos ERE gestionados por los sindicatos y la Junta de Andalucía.
Nada menos que a ochocientos millones de euros asciende el atraco socialista al bolsillo de los trabajadores en paro. De este montante sabemos, por un chófer medio colgado, que más de un millón ha sido destinado a crear redes comerciales para fomentar intercambios de pantis entre las titis de alto standing, los del cártel de Medellín y los productores de güisqui segoviano, actividades que suponen el cinco por ciento del PIB mundial, santo patrón de la cosa económica. Si a esto añadimos la pastizara que la Bibi invirtió en establecer rutas seguras a través de la orografía clitoriana, podríamos afirmar que España no tardará en convertirse en una potencia mundial en materia de bebés probetas, paraísos artificiales y otras industrias ligeramente lascivas de la Ruta 66, que es la que pasa por Bollullos del Condado, Guarromán y los atardeceres lorquianos de la Alhambra de Granada.
Sexo, alcohol y drogas es la panacea de Griñán para solventar los problemas del déficit público. Me refiero a que Griñán, después de leer desesperadamente a Bukowski, ha encontrado la vía inguinal al socialismo y al potosí presupuestario con tan sólo robarles unos cientos de millones de euros a los parias de la tierra. Pero luego van estos parias y toda esa tropa de la famélica legión y votan lo que votan para que los socialistas se perpetúen en el naipe, con chóferes de puticlub en plan Kerouac y su mapa de carreteras.
Alguien debería advertir a Griñán que el asunto de la economía no es lo que él se piensa y que aparte del sexo y de la cocaína existen otros sectores para gastar el dinero del contribuyente. Porque Griñán está en que el dinero público es dinero púbico, y así, claro está, no vamos a ninguna parte, salvo a cogernos unas purgaciones nacionalistas, que es de lo que estamos enfermos todos los españoles. España tiene picores de entrepierna y la penicilina que ahora quiere inyectarle Rajoy está pasada de fecha; y yo le digo a Rajoy que los impuestos los va a pagar su tía la del pueblo y toda esa caterva de políticos putañeros y yonkis y sus once mil putas teñidas de varios fuegos.
Naturalmente, los españoles no somos tontos y terminaremos por sumergirnos económicamente para navegar las veinte mil leguas del capitán Nemo y su viaje submarino. Ante este atraco fiscal y traicionero de última hora, no vamos a tener más remedio que esconder los restos del naufragio en los fondos abisales y oceánicos de la competencia, que más que fondos de inversión son fondos de inmersión, pero tan rentables como aquellas “matildes” del cuplé de Franco y los tecnócratas del Opus Dei. Mientras tanto, el amigo Griñán, más su caterva de consejeros y directores generales, incluido algunos chóferes de borrachera y dama blanca, pueden seguir con sus izas y rabizas y sus hazañas de cowboy de medianoche. Por mí como si quieren ahogase en un Guadalquivir rebosante de ladillas cabreadas. Uno ya he cerrado la tienda y no piensa pagar un euro más. Se acabó la farlopa.

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